jueves, 27 de octubre de 2011

Búsquedas 5



María Alicia Pino Pozo                                   


Hernán Dinamarca                                         

Esteban Valenzuela Van Treek                        

Luis Weinstein                                               

Raíces del Sur                                               

Mónica Oliva                                                 




Colofón



miércoles, 26 de octubre de 2011

Trisomía 21: Hacia la elaboración de un nuevo paradigma


Búsquedas en conciencia
M a r í a   A l i c i a   P i n o   P o z o *
 
“Sueño azul”, Raúl Hernández Fernández. http://www.artedown.com

“Es probable que lejos de intentar modificar el mundo a nuestro antojo, el secreto esté en aceptar los amaneceres tal y como vienen, el día tal y como transcurre, la noche así como se recoge. Que más allá de todo intento humano está el sentido original, el propósito de toda la evolución, y es ella quien no discrimina entre los matices del cielo”.

A título personal…
Hace poco más de un año comencé a vivir la historia más inesperada de mi vida: convertirme en la madre de una niña con Síndrome de Down.
A decir verdad además de inesperado, fue para mí un balde de agua fría, un golpe al orgullo, un estrangulamiento al ego. Debo admitir con toda franqueza que lo más doloroso fue imaginar las miradas del resto del planeta sobre ella y sobre mí. Siendo siempre una persona que se validaba por su capacidad intelectual y que medía con la misma vara a cuanto cristiano se le ponía por delante, esto de tener una hija “deficiente mental” provocaba en mí una profunda desolación.
Con la mayor aplicación y mi mejor disciplina, escuché cuanto consejo provenía de los primeros profesionales de la salud que cumplieron con la misión de acogerme en esta primera etapa. Reconozco que con la mejor de las voluntades me mostraron un camino tradicional y comprobado. Un camino que tiene que ver con una concepción de la salud más cercana a la norma que a lo humano, más cercana a lo que los demás esperan de cada uno que a lo que cada uno es o puede llegar a ser. Más cerca del deber y la exigencia que de la aceptación.
La melodía comenzaba a ejecutar desacordes y después del mazazo comprendía que mi oído había comenzado a sensibilizarse más de la cuenta y de los cuentos.

El primer acercamiento a terapias de estimulación…
Una mañana de Mayo, mi Constanza y yo tomamos la primera micro que nos llevaría a la Cruz Roja de Vitacura a comenzar con el “Programa de Estimulación Temprana”. Mientras la sostenía entre mis brazos, recuerdo haberme mirado en el reflejo del vidrio que nos esperaba a la entrada del recinto. Un paso hacia la derecha me puso frente al cartel que decía “Cruz Roja Chilena, Estimulación Temprana para Niños con Síndrome de Down”. Y así, mientras el vidrio me devolvía los ojos húmedos y el corazón precipitado, comprendía que eso me estaba pasando a mí y a ella, que el destino, sin mediar provocación, nos situaba allá, en ese lugar arcano y remoto donde nunca pensé ni quise estar.
Un golpecito eléctrico abrió el portón de metal que comenzaría, a mi modo de ver, a separarnos del mundo.
Incrédula, asustada, como muchos de los padres que cruzan el dintel y recorren por primera vez aquel pasillo, ingresé a las evaluaciones y entrevistas de rigor. A mi lado circulaban niños con cabecitas redondas y ojitos rasgados, expresiones monótonas, rostros uniformes, como atestiguando pertenecer a una raza que tenía que ver más con ellos que con nosotras; y yo no quería que mi hija se pareciera a ellos por más que mintiera la mejor de mis sonrisas. Así me enfrenté a los primeros intentos de lograr que mi bebé desarrollara las habilidades de quienes jamás hubiesen elegido triplicar ni el más mínimo detalle en su ADN. Intentos que apuntaban a convertirla, en mi opinión, en un ser adiestrado para comportarse en sociedad.
Claramente mi corazón avistaba una paradoja: ni ellos ni los otros, sino todo lo contrario, como dice el chiste.
Con el paso de las semanas, al entrar de lleno en contacto con la terapia que nos ofrecían en aquel segundo piso de Vitacura, sentí que algo no me sonaba bien, algo desentonaba en mi nueva realidad.
Mientras me explicaban los objetivos de la terapia y la forma de abordarla, sentí que no existía una total aceptación de su condición natural, de lo que ellos eligieron ser; por el contrario, para mí todo apuntaba a modificar radicalmente sus características originales para integrarlos a un sistema del cual muchos de nosotros queremos escapar. Consideré que las respuestas que poseían habían sido formuladas hacía décadas y en mi interior se levantaba una voz que buscaba nuevas afirmaciones.

La micro que habíamos tomado nos había llevado un poco más lejos: hacia un camino diferente…
Después de verla buscar a su madre contra toda negativa y a pesar del rechazo, sobrevivir al desamor inicial, con una voluntad y un conocimiento extraordinarios acerca de lo que tenía que comenzar a hacer aquí, comencé a intuir que este ser traía en su ADN algo más que una mutación genética, comencé a intuir que ese tercer cromosoma traía algo más que los ojos separados y la lengua afuera. Empecé a estar más atenta a todo aquello que el “popular” decía acerca de las personas con trisomía 21. Frases tales como “están llenos de amor” o “son ángeles”, que en un principio me provocaban un gran y triste disgusto, despertaban ahora en mí la curiosidad de escudriñar en los prejuicios que, en este caso, la favorecían. Mi corazón comprendía que toda programación, toda frase acuñada por la sociedad tiene un origen semántico, una aldea de donde partieron, un corazón de donde emanaron; los orígenes son el sitio de donde provenimos a pesar de nuestro olvido. Y fue así como comenzó la reflexión en torno a sus talentos y posibilidades, intentando mirar más allá de las apariencias, más allá de las limitaciones.
Comencé a hablar con diferentes terapeutas, personas relacionadas con la medicina alternativa, el arte, la ciencia, las terapias espirituales, el mundo académico y mi propio corazón; y comencé a entablar un diálogo que me parecía bastante más coherente, profundo y humano, más contactado con valores espirituales y respuestas significativas, más en contacto con nuestras propias voces.
Algo en mi interior sostenía que esta experiencia, más allá de la fatalidad expuesta por algunos médicos de turno, debía llevarnos a una revelación, a mirar desde el otro lado del espejo; que no podía ser todo tan insustancial, tan vano.
Empecé a compartir con otros la idea de que todo esto era algo más que un accidente genético, y descubrí que yo no era la única es sospecharlo.

¿El resultado de una programación social?
Esa voz en mi interior me dijo que nuestra sociedad, en el origen, ante el primer individuo con Síndrome de Down, reaccionó con el pavor a lo desconocido y lo diferente programándolos para siempre en la dificultad. El tercer cromosoma trae consigo problemas de salud, es cierto, retrasos en algunos procesos, sobre todo cognitivos, y ciertamente un coeficiente intelectual que no responde a la “norma”, a las medidas establecidas por una sociedad atrisómica, por quienes identifican la inteligencia asociada a la racionalidad y a nuestro restringido campo del conocimiento. Pero ¿que se puede decir a cerca de sus habilidades, realmente las conocemos, las validamos, realmente nos hemos permitido buscar más allá de las apariencias? ¿Qué hemos querido mirar?, ¿dónde hemos puesto nuestra atención? Como en la mayoría de los casos, como en casi todas las circunstancias: en la dificultad, en todo aquello que no somos, en todo aquello que nos golpea y nos hace sentir pequeños humanos, pequeños experimentos de un dios castigador y fatuo; en todo aquello que nos distrae de la maravilla de creación que somos.
Los nuevos descubrimientos en la física cuántica confirman lo poco que sabemos sobre el potencial de nuestro cerebro y lo que llamados realidad. Hoy existen estudios y discusiones sobre la neuroplasticidad cerebral y ciertamente existen innumerables campos no investigados sobre la percepción y la siquis.
Es precisamente esta certeza en la incertidumbre lo que me motiva a proponer no olvidar que la medalla posee dos caras.

La medalla posee dos caras…
Luego de reflexionar a cerca de las terapias de estimulación tradicionales desde mis aéreas más radicales de conciencia, comprendí de pronto que como humanidad somos el resultado de un proceso histórico, que todo lo que hemos realizado hasta ahora proviene del conocimiento adquirido en estos siglo y siglos de historia, con el mayor esfuerzo y la mejor de las intenciones. Me contacté con la certeza de que hoy la situación de marginación de las personas con trisomía 21 ha mejorado notablemente en comparación a décadas y siglos pasados. Hoy vemos a individuos más autovalentes, personas ejerciendo oficios, en fin, una situación notablemente más humanizada que a comienzos del siglo XX.
No obstante ello, es necesario dar un paso más en este sentido, presentar un camino paralelo y responder la siguiente interrogante: ¿cómo la medicina complementaria y las nuevas fuentes de conocimiento en salud, antropología, educación, entre otras, pueden otorgar nuevas respuestas, pueden modificar las creencias culturales y establecer un nuevo paradigma en relación al Síndrome de Down?
Quizás sea el tiempo de sumar reflexiones, ampliar los criterios en relación a las terapias adecuadas con el fin de que el proceso de desarrollo e integración en las personas con trisomía 21 se profundice y humanice. Quizás el objetivo no sea integrarlos a este mundo tal y como está, sino que ellos puedan vivir dignamente en el mundo que ellos funden. Ser coherentes y recordar la convocatoria que como humanidad realizamos a quienes eligieron la trisomía. Recordar que esa elección tenía un fin, un propósito y facilitar las condiciones para su realización.
Esto pasa por reflexionar sobre lo no reflexionado, sentarse a realizar preguntas e intentar responderlas: ¿Qué hay detrás de la dificultad en el lenguaje verbal?, ¿existirá una equivalencia entre ese silencio y su capacidad de reflexión interior?; ¿qué hay detrás de su aspecto diferente?; ¿cuáles son las habilidades que esperan ser desarrolladas?; ¿cuál es la ventaja de su condición?. ¿Por qué las expresiones de amor en ellos se desbordan?, ¿qué misterio esconde el cromosoma 21?, ¿el ADN material tendrá alguna correspondencia en el mundo espiritual (un ADN espiritual)?. Cavilar sobre la inteligencia de la naturaleza que les permite sobrevivir con lo que a nosotros nos parece una anormalidad (creo firmemente en que la naturaleza no se equivoca y que existe una inteligencia que nos organiza y armoniza). Reflexionar en cómo a través de la historia nosotros hemos impedido la realización de su aporte a la humanidad, obstruyendo su proceso de realización.
En lo personal y de acuerdo a mi personal reflexión creo que es probable que ellos posean un desarrollo mayor de la inteligencia emocional y social, lo cual los llevaría a contactarse más fácilmente con el arte, la música, la danza, la poesía, a ser más empáticos, más amables y solidarios. Me atrevería a decir que sus características apuntan a un desarrollo del hemisferio derecho cerebral; por sobre el lógico, lineal y agresivo hemisferio izquierdo.
En lo personal y de acuerdo a mi personal recorrido con ella entre los brazos, creo que esa tibieza de su rostro al besarme proviene de un lugar arcano, olvidado por este pequeño y triste miedo de no recordar la maravilla de ese anterior beso, el primero, el original, el del impulso a esta aventura, el benigno, el humilde.
Es probable que lejos de promover una programa de estimulación temprana, rígido y exigente, el sólo cambio de pensamiento en la memoria colectiva sea el impulso invisible que ellos necesitan para desplegar su verdadero ser y vernos todos favorecidos con este regalo que a mí me tocó abrir una mañana de febrero y que en la tarjeta decía “Constanza”.

* María Alicia Pino es Comunicadora Social, Poeta.


Káitek, resplandor de luna

Búsquedas en la memoria ancestral

E i l e e n   L e y t o n  ,  C a t a l i n a   C o n c h a  ,  F r a n c i s c a   V i l l a l ó n *

Bahía de Mejillones nos dio la bienvenida en una mañana en que las nubes grises se entremezclaban con las montañas, y tal como dejaron caer algunas gotas de agua, se abrieron para filtrar los rayos de sol que iluminaron las apacibles aguas del Canal Beagle. Cuando caía la tarde, desde el camino Julia y las niñas salieron a nuestro encuentro.
Luego, asomó en el cielo la luna llena. Julia nos había contado que desde muy antiguo en las noches como ésa las mujeres yaganes se bañaban desnudas en el mar para renovar energías y sanarse de cualquier enfermedad, y esa noche no sería la excepción. Parecía una locura adentrarse en las oscuras aguas del Canal Beagle, pero esa tradición yagán ejercía una misteriosa atracción sobre nosotras. Sabíamos que participábamos en un rito rodeado de un aura de solemnidad, que nos dio la entereza y el coraje necesarios para darnos ese baño medicinal.
Nos sumergimos en el mar iluminado por el resplandor de la luna. El frío intenso nos penetraba y nuestros cuerpos lo combatían tiritando incansablemente, mientras rebotaban en la noche los sonidos disonantes de nuestras mandíbulas castañeteando entre profundas respiraciones. De pronto, un intenso calor interno nos llevó a la calma. En ese momento, sólo teníamos nuestra respiración… Sólo teníamos nuestra respiración.

* Eileen Leyton y Catalina Concha son antropólogas sociales de la Universidad de Chile. Francisca Villalón es diseñadora gráfica e ilustradora. Este texto es un fragmento del libro “Un Mar de Historias. Relatos ilustrados de Isla Navarino”, septiembre 2011. www.mardehistorias.cl

La India: otro y el mismo mundo en el actual cambio de época

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H e r n á n   D i n a m a r c a *

Estuve casi un mes en Kerala, al sur de la India, y a mi regreso no fue fácil escribir. Pos-viaje, aún perplejo, habité en el silencio. Mis primeros mail fueron lacónicos: “otro mundo, magnifico y desconcertante”. Tal vez así quería evitar el lugar común del estilo: “los primeros días debes adaptarte a la intensidad de los olores, al brillo inigualable de los colores, a mucha pero mucha gente apiñada en todos los lugares”; o descripciones costumbristas, ya sea de hombres que caminan tomados de la mano o del movimiento grácil de la cabeza que hacen mujeres y hombres para manifestar buenas emociones; o repetir aquello del inenarrable tráfico de autos, taxis, motos, buses y camiones que en ruidoso caos se desplazan junto a personas, bicicletas y animales, siempre en calles saturadas, tal cual si fuera un delirante videogame…
Son tantos los nuevos estímulos que algunos occidentales simplemente no logran asombrarse y regresan de inmediato, en estado de shock, desilusionados de no escuchar en cada esquina el sagrado mantra OM, tal como me lo contaba risueña una amiga que hace de guía turística en la India.
Y aunque el país es eso, sin duda, es también mucho más. Ahora, días y reflexiones mediante, puedo hilvanar algunas impresiones.                 
Primero, hablo de Kerala, un pequeño Estado indiano –lo de pequeño es un decir, pues son 40 millones de personas. Recordemos que en India habitan casi 1.200 millones en una superficie que no alcanza siquiera a la mitad de Brasil.
Kerala es exuberante. Selvas y playas tropicales, una biodiversidad única y sus singulares backwaters (remansos), vías fluviales de kilómetros y kilómetros que pasan por aldeas aún ancladas en modos de vida por nosotros olvidados. En India le dicen “La Tierra de Dios”.
Con una historia, además, digna de contarse, aunque sea en pocas  palabras. Sus orígenes culturales están en la base de la India más profunda, aquella  de sabidurías milenarias como el budismo, el yinaismo, el cristianismo nestoriano, el shivaismo –del hinduismo–. En los orígenes de la modernidad, los primeros encuentros de occidente con la India fueron en Kerala. A sus costas, en busca de especias, arribó en 1498 el navegante portugués Vasco de Gama. Y en 1957, en Kerala asumió el primer gobierno comunista electo democráticamente en el mundo.
Este último dato explica los actuales indicadores socio-económicos de Kerala, extraordinarios para la India. Desde esa fecha hasta hoy, en el Estado se han sucedido comunistas y el partido del Congreso: es común encontrar flameando banderas comunistas o afiches del Che Guevara con consignas en lengua malayalam. Y los comunistas, con su énfasis moderno en lo social, han puesto el foco en educación, en salud, en igualdad de género. Resultado: la región “más desarrollada” del país, según parámetros occidentales, con una alfabetización del 100%, alta escolaridad, esperanzas de vida que superan los 70 años e incluso mujeres-policía.
Esta historia se expresa en una sociedad hoy compleja: por un lado, como en toda la India, en Kerala se vive para acudir a los templos, coexistiendo distintas tradiciones espirituales: hinduistas (shivaistas), musulmanes, cristianos, budistas; y por otro, hoy están volcados a la modernización global en un hacer frenético orientado a la industria del turismo de intereses especiales (cuya oferta principal es salud, con la medicina Ayurveda; ya volveremos sobre esto), amén de exportar inteligencia y mano de obra educada a los países árabes y a Europa. La principal fuente de ingresos de Kerala proviene de las remesas que llegan a las familias desde el exterior. 

Una modernidad en tensión
Si bien la India es otro mundo, más allá de occidente, a sus hogares en las últimas décadas han llegado de manera masiva los jeans y las faldas, los autos, la tecnología, el plástico y la comida chatarra, todo animado por una publicidad que agita “desbocada” una globalización que interconecta económicamente a moros, hinduistas, confucianos, taoístas y cristianos. 
A ojos de observadores críticos ante los excesos de la modernización, el proceso que viven es impactante. Y ellos mismos están entre enceguecidos, confundidos e impactados. Desde hace una década, igual que los chinos, crecen a tasas del 8 al 10%. Y como ambos mundos orientales suman casi la mitad del planeta, la pregunta que allá y acá se hacen quienes piensan en el futuro planetario es si la Tierra resistirá una expansión entre indios y chinos del modo de vida ambientalmente depredador, consumista y excesivo que ha sido común al occidente moderno.
El punto es inquietante. Lo que uno ve en la superficie es un país volcado a una modernización acrítica, que conlleva horrores ambientales y algunos vicios públicos y privados. El din-don es Don Dinero, y comienza a inundarlo todo. Se expanden los negocios y la búsqueda de ganancias en cualquier cosa y relación. Por ejemplo, en el turismo llega a ser odioso el regateo permanente ante precios que en una primera oferta engañan con una maximización extraordinaria. 
Confundidos ante Internet y la TV global, reaccionan paradojalmente. Como buenos aprendices ya son líderes en informática, pero catastran y fiscalizan en tono autoritario la comercialización de conexiones y contenidos. La TV con su publicidad, cómo no, insinúa e insinúa el sexo en los cuerpos para aumentar las ventas, pero en la programación es censurada toda mala palabra mediante un pitito y se evitan incluso los besos. 
El crecimiento económico ha contaminado con químicos a más de un tercio del río Ganges y la mayoría de los cursos de agua. La entrada frenética en pocos años de los autos han colapsado ciudades y rutas. En mi estadía allá precisamente ambas noticias eran informadas en titulares y con preocupación por el Ministro del Medio Ambiente.
La basura es una presencia irritante, fruto del  hábito de tirar todo al suelo (y esa basura exterior contrasta con la limpieza inmaculada al interior de sus casas y de cualquier edificio). El plástico abunda en las calles. Si hasta hace décadas, no era tema depositar los restos orgánicos en el suelo, ya que la naturaleza re-absorbía; hoy tirar el plástico y otras materias al suelo ha generado un grave problema visual y de salud, sin contar las carencias en otras normas sanitarias. Y así, suma y sigue una expansiva crisis ambiental.
La omnipresente publicidad es otro hecho difícil de narrar. No hay edificio, casa y calle que no tenga avisos publicitarios. Incluso en los backwaters, en aldeas perdidas, se aprecian gigantografías con publicidad de bancos, de centros de consumo, de un cuánto hay para activar la oferta y la demanda. En lo formal son imágenes calcadas de nuestra cultura audiovisual, aunque con rostros de indios e indias, claro que los más parecidos al patrón de belleza occidental.
¿Cuál será la evolución de todo este proceso? Difícil pregunta. Por ahora, solo evocar, como me explayaré en el próximo punto, que se trata de otra cultura, compleja, milenaria, que no debería acabar ciega y subordinada a esta modernización. Nunca lo han hecho, por lo demás, pues siempre han perseverado con sus profundidades más intimas. Además existe la enorme herencia moral de Gandhi, a quienes los ecologistas y todas las sensibilidades anti-asimilación acrítica del occidente moderno, que no son pocas, lo recuerdan a cada rato. También emerge un discurso y una práctica política ecologista dotada de las mismas ideas fuerza que en occidente, a la cuál son muy sensibles las nuevas generaciones. Y de hecho, India (y China) en los últimos dos años –desde sus gobiernos– han empezado con paciencia y rigor oriental a re-enfocar sus procesos productivos y energéticos hacía lo ambiental; proceso lento ante la magnitud del daño, pero es un nuevo dato. Algo emergerá. Lo que allá vendrá no será lo mismo que en occidente, por historia y por estos signos debería trascender lo que hoy se ve en la superficie.
Hervé Kempf, periodista francés de Le Monde, ante la pregunta –¿cómo se les pide a los países emergentes, China o India, que dejen de consumir?, ha respondido con notable simpleza: “Las clases medias indias tienen ganas de consumir más, de tener autos más potentes, porque miran en la TV cómo viven los estadounidenses y los europeos. Lo que pido a europeos y norteamericanos es que ellos cambien el modelo. En todo caso, China o India se están dando cuenta rápidamente de la amplitud de la crisis ecológica. Y ven que en sus países hay fenómenos de desigualdad, que serán cada vez más insoportables a medida que la crisis se agrave. En esos países hay conflictos sociales que se organizan en torno al control de los elementos esenciales a la supervivencia (agua, propiedad de la tierra)… El crecimiento en esos países no durará mucho tiempo… Es demasiado violento, desde el punto de vista ecológico como social. También allí se producirán profundos movimientos de transformación. Sin embargo, a ellos les será menos difícil ir hacia un modelo de sociedad que consuma poco materialmente. Los habitantes de los países ricos padeceremos más ese proceso, porque hemos perdido la costumbre de la sobriedad”1.

Otra cosmovisión y mirada
Hay algo en Kerala profundo y tan distinto. Lo resumo en clave cotidiana: asombra el sosiego y la sonrisa afable, de grandes y chicos, de hombres y mujeres, en un extraordinario contraste con el tráfico, el ruido y la aceleración caótica. ¿Cómo esto?, uno se pregunta. Y aquí solo esbozo algunas respuestas que nacen del interpretar cómo ellos viven una cosmovisión que habita en sus gestos cotidianos. En occidente, obvio, vivimos en nuestra cosmovisión, pero es diferente.
El teólogo Thomas Berry constató una diferencia central entre oriente y el occidente moderno. Allá perduró, pese al embate primero de la modernidad, el Yoga del oriente: la más profunda meditación y conocimiento de la interioridad, de la conciencia, del espíritu. Acá, en cambio, la modernidad evolucionó hacia lo que Berry llamó el “Yoga” de occidente: la ciencia, la más profunda reflexión y conocimiento del mundo exterior, material y orgánico.
Otra distancia entre ambas cosmovisiones es que allá aún no se diferencia a cabalidad –y menos se disocia– entre la espiritualidad –la religión, el hinduismo– y el vivir cotidiano, los asuntos mundanos, o el “Estado” por decirlo en clave política. Diferencia que si hizo occidente a partir de la modernidad. Es más, esa diferenciación fue su aporte evolutivo por excelencia. Es lo que Ken Wilber, filósofo norteamericano, ha llamado el sano acto de diferenciar entre arte, ciencia y moral, entre hecho y valor. Pero una cosa es diferenciar y otra cosa muy distinta es disociar, que fue el error último –el desastre, dice Wilber– en el vivir de la modernidad. Le cito: “si la moderna diferenciación comenzó en torno a los siglos XVI y XVII, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX había desembocado ya en una disociación patológicamente dolorosa.” (Ciencia y Religión. Ed. Kairós)
Si acá podemos disociar la moral religiosa del domingo en la mañana, respecto del vivir cotidiano en los otros seis días y medio de la semana, allá algo así no es posible. En India, la espiritualidad –la religión en este caso– es coherente con el vivir cotidiano del propio pueblo. Por ejemplo, esto se experiencia en dos actos de conciencia fundamentales: no hay miedo a la muerte, pues tienen fe en la re-encarnación, y eso es sinónimo de íntimo sosiego; y hay también un límite ético poderoso al obrar mal, cuál es la profunda convicción en la Ley del Karma (tus actos activan una vital cadena de efectos). Luego allá se hacen más responsables de sus actos y, en consecuencia, pese a las enormes carencias materiales, en India es posible caminar por las calles sin temor ni a asaltos, ni a robos (que los hay, pero son excepciones, aunque existe, igual que acá, violencia doméstica y en el ámbito emocional).
Una disociación que compartimos ambos mundo, es entre el adentro y el afuera, claro que invertida. Tal vez esto explique la relación con la basura exterior en la India, que se tolera de una forma incomprensible a nuestros ojos, así como se esmeran en la limpieza interior de sus casas, que es su templo, y de ellos mismos de una manera que a veces también nos cuesta entender. Mientras que acá, al menos en el occidente europeo, somos propensos a una esmerada limpieza en el exterior, soslayando a veces nuestros propios cuerpos y “templos”; de ahí el refrán: “escondemos la basura debajo de la alfombra”. 
La cartesiana diferencia entre mente y cuerpo, que también mutó a disociación, fue la base sobre la que se erigió la medicina alópata moderna, que concibió al cuerpo como una maquina y, vía experimentación científica, obtuvo logros extraordinarios, inéditos en la Historia: reparar órganos y cuerpos y evitar contagios y epidemias, por ejemplo, permitió aumentar las esperanzas de vida y un lidiar con la muerte, a la que tanto tememos. Pero, como hoy se sabe en la propia ciencia occidental, la red sistémica de la vida entre mente y cuerpo es sólida y tenue. Por eso, hoy la medicina esta cambiando, aquí y allá, al ritmo de la emergencia del pluralismo médico.
Fue precisamente en esa brecha de saber (la disociación mente y cuerpo en la medicina moderna) por la que han entrado a occidente sabidurías milenarias como el Ayurveda de la India (y la Acupuntura China). Etimológicamente la palabra Ayurveda viene del sanscrito y significa Ciencia de la Vida, igual que nuestra Biología; pero allá se sustenta en una mirada que integra cuerpo y mente, que integra la cosmovisión, el conocer y el practicar. Más interesante aún es saber que fue el nacionalismo indio del siglo XX quién revalorizó esta medicina ancestral, en un gesto político identitario: como diciendo: nosotros tenemos nuestras propias tradiciones. Hoy en India es común ver co-existir a hospitales alópatas modernos y hospitales ayurvedicos, casi en una virtual división del trabajo (“yo paciente, si me accidentó voy al primero, si quiero prevenir voy al segundo”) y el Ayurveda se enseña en las universidades.
Gesto político, además, que en la actual planetarización ha implicado que el Ayurveda se expanda por el mundo complementando con otra mirada a la medicina moderna y aprendiendo de ella, en un diálogo e hibridación que recién se inicia. Mientras en lo más pragmático ha implicado una oferta turística y de salud que en India genera muchos ingresos: Kerala esta llena de Resorts ayurvedicos y no hay hotel, por más pequeño que sea, que no ofrezca salud a occidentales ávidos de otras técnicas y sabidurías de sanación, más allá de las críticas a lo que muchas veces es un simple hecho más de oferta y consumo, con sus engaños asociados.
En fin, una experiencia Kerala. Otro y el mismo mundo la India. De los caminos que oriente transite en su actual vivir la modernización dependerá mucho la forma y sentidos que adquiera  la mutación de época de histórica que hoy sacude a la modernidad, aquí y allá. Y en eso, como escribimos, la complejidad está fluyendo.
Asimismo resuena en mi la convicción que en el futuro planetario un desafío clave será el cómo se encuentran, se des-encuentran, se reconcilian, se superan a si mismos en fusión o hibrídaje ambos “Yogas”: el de oriente y el de occidente. O dicho de otra manera: del cruce entre el ensimismamiento individual propio del oriental y la extroversión occidental, podría emerger la germinal síntesis ecológica que como humanidad necesitamos para dotarnos de continuidad.

* www.hernandinamarca.cl
1 Entrevista a Hervé Kempf de Luisa Corradini.


La vía fraterna a la felicidad

Búsquedas en comprensión social

E s t e b a n   V a l e n z u e l a   V a n   T r e e k *
 
Bailarines de la Soeki Irodikromo Academia de Arte y Cultura, pintados por George Struikelblok junto a uno de sus lienzos, “La vida en tres dimensiones”.

No basta con la igualdad y la libertad para construir sociedades felices. El sentido comunitario, el goce con el otro y los espacios fraternos y trascendentes son esenciales. Son la lírica que amabiliza la épica igualitario-libertaria dominante en la cultura y la política.

Los países más libres y ricos, aquellos que encarnan la libertad económica y el Estado de Bienestar, no son automáticamente los más felices.  A muchos les falta fraternidad, aquello que saca la libertad de la soledad y redime la demanda de igualdad del resentimiento.  El sin sentido, la violencia, las matanzas súbitas (escolares y de fanáticos de todo tipo), las drogas, la agresividad contra emigrantes, la rabia subgrupal en el deporte, los nuevos nacionalismos  exaltados, son muestras evidentes de que la libertad y la igualdad no bastan, aunque son condición necesaria para alcanzar la felicidad humana.  EEUU, la expresión máxima de la libertad, mantiene serios conflictos de integración social y de emigrantes, la pena de muerte es un fracaso para combatir el crimen en el sur, la cultura de las armas y a la autodefensa contrasta con el país religioso y de una alta asociatividad  en los estados menos agresivos. Muchos gobiernos árabes manejados sin libertad por regímenes que sin embargo otorgaban derechos sociales igualitarios mínimos,  se han visto sobrepasados por la demanda de democracia y libertad.
El filósofo  italiano, Antonio Baggio,  que promueve rescatar la fraternidad como principio esencial para complementar el tríptico de la Revolución Francesa, comparte con Zygmund Bauman que la fraternidad apela a que la felicidad no es personal, sino que con otros (2009:11-13). En el mundo actual habría un desplazamiento hacia una demanda por seguridad (social y física), paridad (a veces homogenizante) y a las redes (que  son una expresión narcisa del yo en muchas prácticas, aunque en otras creadoras de comunidad).  La fraternidad, entonces, sería más que sólo tener asegurado la subsistencia sin que maten, más que lograr la igualdad de trabajo entre hombres y mujeres, más que estar en redes, aunque esta dimensión de “no estar solo”, parece ser clave con el concepto de lo fraterno. Hay, por tanto, un vínculo estrecho entre fraternidad y felicidad, y la fraternidad se encuentra en este “no estar solo”.
El economista inglés Richard Layard, observa que las sociedades, cuando suben de los dos mil dólares per cápita, comienzan a sufrir problemas de depresión (Chile encabeza el consumo de fármacos en el Continente), alcoholismo y drogas (la pandemia americana), aumento del suicidio (Japón es paradigmático) y criminalidad (la nueva amenaza civilizatoria).  Entonces, el mero crecimiento  del PIB es inútil para medir el desarrollo, ya que no es causal la relación aumento del ingreso per cápita de una sociedad y su nivel de felicidad. Por tanto, se requiere reevaluar metas y observar qué instituciones promueven la fraternidad y la felicidad. Layard recuerda a Bentham, quien postuló que las leyes y acciones debieran generar la mayor felicidad posible y sostuvo que la bondad de toda sociedad podía medirse por la felicidad de sus ciudadanos. La pregunta es qué es la felicidad y por tanto, qué leyes o instituciones debo promover. Layard es categórico en sus investigaciones: son más felices las sociedades  donde hay equidad social (seguridad financiera y de bienes básicos), equilibrio entre vida y trabajo (sin jornadas extenuantes), sostenibilidad de la familia, muchos vínculos comunitarios (la asociatividad), vida espiritual y metas comunes que den sentido (el sueño diurno de la utopía concreta compartida con un nosotros mayor). Lo anterior no se alcanza como un derecho individual, la felicidad es comunitaria, con otros: “Una sociedad no puede prosperar sin cierta sensación de compartir objetos. La actual búsqueda de desarrollo personal no fructificará. Si la única meta es alcanzar lo mejor para sí mismo, la vida se vuelve demasiado agotadora, demasiado solitaria: semejante enfoque conduce al fracaso. Por el contrario, todo el mundo necesita sentir que existe algo más (2005: 229)”.
Los rankings sobre felicidad son diversos, discutibles, pero cada vez más perfeccionados. Ruut Veehoven, quien investigó las mediciones de felicidad en la segunda mitad del siglo XX, sugiere un proceso de cambio desde la sobrevaloración de la estabilidad social (a veces un nacionalismo cerrado) y el desarrollo económico (el producto interno), hacia el concepto de livability (1994: 20-40) como la capacidad de una sociedad de proveer posibilidades a la diversidad de sus ciudadanos para suplir sus necesidades y desarrollar sus intereses. Los out puts de un país feliz debieran ser su esperanza de vida, pero también su salud mental. Es decir, no sólo acceso a especialistas, fármacos y hospitales, sino también consumo de drogas, tasa de suicidios y depresión.  En los estudios de la Universidad Erasmus de Rotterdam, como en casi todos los estudios independientes, los países más felices son los nórdicos-escandinavos (aunque Noruega retrocede por su tasa de suicidios), acompañados de Austria, Suiza, Canadá, Australia, Alemania, Francia, Holanda, Irlanda, Italia. En estudios más recientes, como el ranking 2006 de la Universidad de Leicester (2006), se refrenda el predominio escandinavo (Dinamarca siempre encabeza, con Suecia, Finlandia, Islandia). El mejor latinoamericano es Costa Rica (13), luego  Colombia (34), Argentina (56) y Chile rezagado en el puesto 71. USA, la primera economía mundial, sólo obtiene el puesto 23.
Los historiadores argentinos Osvaldo Barreneche y Domingo Ighina (2009) comparten que la fraternidad se asocia en el Continente americano a la idea de unión política e integración, en la influencia decisiva del discurso bolivariano post independencia. Barreneche aporta al complejizar el concepto de fraternidad a una unidad “en la diversidad”, a la reciprocidad y la corresponsabilidad con los otros, a que se debe aceptar una “conflictividad positiva” (Barreneche, 2009: 90-100)  como opuesto a las pesadillas de la homogenidad, en la senda de Norbert Lechner (1984), que asociaba a la política al ejercicio de buscar caminos al conflicto, que es inevitable y parte de ella.  Pero Lechner advierte tempranamente que las sociedades latinoamericanas han vivido procesos de modernización inevitables para dinamizar sus economías, pero que ellas son insuficientes para alcanzar la modernidad, entendida como espacio de convivencia racional con integración social. Entonces, se requiere algo distinto a la mera libertad democrática y las políticas sociales, que Lechner llama el “deseo y búsqueda de comunidad”, que de legitimidad a las democracias versus los diferentes autoritarismos. El ansia de comunidad implica asumir que somos diversos, pero sin la trampa de asociar diversidad a estratificación social desigual:”La democracia no supone homogeneidad social; la hetereogeneidad puede ser  enriquecedora, pero sin confundir  las diferencias justas que la democracia debe respetar, con las desigualdades que atenten contra la noción de comunidad. La Democracia los debe representar a todos, superando las antinomias de clase, étnicas y religiosas, que restan legitimidad al orden”(1990: 17-18).
 Esta pista permite rescatar una afirmación esencial sobre la fraternidad, que la diferencia del meta relato liberal de los derechos individuales y del utopismo igualitario de la homogeneidad social: la fraternidad apela a un ser que se entiende así mismo en una comunidad mayor donde convive pacíficamente y con alegría, sin sentirse discriminado ni inseguro. Es el  respeto a la diversidad, la apertura emocional y política al otro que es “distinto”.
La fraternidad en su implementación sería un principio de origen matrístico, si  lo asociamos a las visiones del biólogo y epistemólogo Humberto Maturana, quien en sus indagaciones culpa al modelo patriarcal de la libertad y la igualdad, de corte europeo, de querer imponer nociones de competencia y poder estatal, que no asignan valor a la vida comunitaria y fraterna de respeto radical a los otros: "la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder y la justificación racional del control y de la dominación de los otros a través de la apropiación de verdad" (1993: 24). Maturana  prologa la versión española del libro de Riane Eisler (1990), El Cáliz y la Espada,  donde  se propone rescatar la cultura de la solidaridad del amor cotidiano que se vive en las comunidades, como un retorno a un modelo menos agresivo y competitivo.
En  la literatura cercana a la idea de new age, existe un cierto reproche a las formas empíricas del vínculo del cristianismo con el poder, lo que es contrastado por una amplia literatura que rescata el ideal y la práctica comunitaria  desde el cristianismo primitivo hasta el llamado del Concilio Vaticano II a formas de economías solidarias, democracia y ecumenismo. Silva Solar y Chonchol fueron ideólogos de las corrientes socialistas comunitaristas en el caso de Chile con su libro Hacia un mundo comunitario (1965), donde se reitera el mensaje de los bienes universales y se valora la vida de las primeras comunidades cristianas en su diversidad cultural que se universaliza sin perder identidad.
En el caso de Guatemala, la violencia tiene niveles dramáticos en el área metropolitana de la zona ladina (blanca) con cien por cada cien mil habitantes, lo que baja a 10-20  en los departamentos de mayoría maya, donde se vive la lengua, vida comunitaria, trabajos colectivos, y donde una red de autoridades tradicionales y guías espirituales cumplen labores de soporte comunitaria, educar a los que andan en malos pasos y mantener la cohesión comunitaria, a pesar del Estado frágil azotado por el narco, la corrupción y la desigualdad. Según muchos estudiosos como Colop (2009), la clave está en el principal mandamiento maya que une la vida a la comunidad: “cuida tu casa, tu comunidad y tu pueblo” y la invocación del libro sagrado del Popol Wuj: que nadie se quede atrás, que todos vayan adelante. Entonces, la existencia, como en el cristianismo, es el amor al prójimo que se encarna no sólo un principio defensivo (no hacer al otro lo que no te gusta que te hagan), sino el principio activo de ser parte de una comunidad, un pueblo que camina, una comunidad que se reúne en mi nombre,  la búsqueda de un Reino para todos (el sentido de esperanza y meta colectiva). En la tradición humanista que se ha enriquecido, es la lucha por los derechos humanos, tanto individuales como aquellos colectivos que ocupan la agenda de las últimas décadas.
¿Cuáles son las instituciones políticas de la democracia que fomentan el sentido comunitario, el reconocimiento del otro, la convivencia pacífica y la cohesión social? ¿Qué se puede colegir de los sistemas políticos de los países más felices?
Hay respuestas categóricas: es el camino comunitario y pacífico a la felicidad en democracias que no temen al otro, lo reconocen, lo promueven y todos se sienten parte de un camino común que no es un bien homogéneo, sino la realización diversa desde los distintos modos de pertenencia.

* Esteban Valenzuela Van Treek, doctor en Historia, cientista político, escritor, fue alcalde y diputado. Trabaja en cooperación internacional en Guatemala.
Este texto es parte de su ponencia “La Política de la Fraternidad” que presentó al encuentro organizado por la Red Universitaria de la Fraternidad, RUEF, realizado por el Instituto de Ciencias Políticas de la UC.


Conversando sobre la amistad

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L u i s   W e i n s t e i n *
“El almuerzo de los remeros”, Pierre-Auguste Renoir, 1881.
Agradecido de mis amigas y amigos, doy vuelo a esta conversación de percepciones, imágenes, divagaciones, pequeñas creaciones sobre el tema de la amistad.
Parto explicitando mi sesgo: adherir a la visión de la amistad como una forma de amor: el amor ético.
Me propongo compartir algo de lo que he escrito –como el poema que va a continuación–, junto con pareceres y ocurrencias que surjan del acaecer diario, particularmente comentarios a textos de personas amigas y citas de  autores  queridos.

Hacia el secreto
De “Año Nuevo del Dos Mil”
(Ediciones  Mimbre, 1970)

Vamos a contar un secreto.
Es una historia vieja y casi cierta.
La dirás tú o yo.
Así son los secretos.
Un guiño en el suspenso
     normal.
Respira con sentido azul,
     mientras maduran las miradas,
     hacia un solo gajo.
Di si escuchas un pálido aroma
     Goteando el universo vecino.
Entremos a una historia de círculo y río
      hacia, desde un secreto.
Entremos recordando la contextura de los secretos.
Lo que sentimos, por ejemplo, preguntando al azar:

¿Por qué me traes la poesía en un vaso
       si antes la tenías en la cuenca de la mano?
Hablemos jugando a situar nuestro secreto
¿Será de aquellos cuya red espléndida está siempre vacía?
¿Será inmóvil, tendrá herrumbre, crecerá con la vida?
Juguemos, hablando con círculo y con río. Te ayudo,
       hay un secreto al decir tú:
Tú serás todos los tú.

* Luis Weinstein, Poeta, ensayista, educador comunitario, médico especializado en salud mental.

América en un solo rezo

Encuentro de Sabios Indígenas “Raíces de la Tierra”
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R a í c e s   d e l   S u r *

Entre el 17 y el 20 de noviembre se reúnen abuelos de toda América en un encuentro en el que se desarrollarán diferentes talleres, charlas y actividades relacionadas con sustentabilidad y cuidado del planeta.

Durante cuatro días y 3 noches, 25 sabios indígenas de todos los rincones de América se reunirán en el Valle Quepilcho de la comuna de Casablanca, para transmitir su conocimiento ancestral, rezar por la  paz, por Chile y por el planeta, en una instancia espiritual que se ha consagrado como la más importante de América.
Se trata de un festival-encuentro de ancianos y sabios indígenas del continente americano, provenientes desde EEUU hasta el Cono Sur, que por segunda vez se reúnen en Sudamérica, abierto a todo público, quiénes podrán participar en diferentes expresiones espirituales que datan de miles de años –prehispánicas-, como el “Temazcal”, ceremonial de baño de vapor en el que se realiza una oración personal y social profunda por la mañana y por la tarde.
El Encuentro Raíces de la Tierra tiene por objeto crear y potenciar un real acercamiento entre los pueblos mestizos e indígenas. Por ello, se han contemplado diversas expresiones espirituales.
Durante el encuentro se desarrollarán actividades abiertas tales como talleres de sustentabilidad, traspaso de la tradición oral por parte de los abuelos, cocina comunitaria, camping, música en vivo, muestras de documentales indígenas inéditos, venta de artesanía proveniente de comunidades, danzas, charlas y actividades para los niños. Y entre estos talleres, dos abuelos descendientes directos del linaje Maya Quiché llegan a Chile a desmitificar la creencia que existe acerca el fin del mundo del año 2012.

Origen y sentido
El Encuentro Raíces de la Tierra en Chile se realizará durante cuatro años consecutivos, y surge de la misión del Hombre Sagrado (Holy Man) Raymundo Pérez proveniente de la tradición Lakota, originarios de la región de South Dakota. Él alcanzó el grado más alto de evolución espiritual para dicha tradición y dedicó toda su vida al servicio de los demás. Él visionó a chamanes de toda América rezando por su tierra en diferentes lenguas y  compartiendo su enseñanza de amor y tradición con la gente, sin restricciones. Raíces de la Tierra tomó este legado en los años setenta, y desde entonces y durante 15 años  se ha realizado exclusivamente en reservaciones indígenas. Luego se trasladó a diferentes ciudades de México en donde se ha masificado la convocatoria cada año con fuerza inusitada.
Con la modernidad y el conocimiento, el hombre occidental va comprendiendo mejor el enorme legado cultural del que son portadores nuestros pueblos indígenas, que contiene claves fundamentales para el abordaje de problemas que nuestra sociedad parece incapaz de resolver por sus propios medios. Efectivamente, los modos de vida de los pueblos originarios desafían algunas de nuestras concepciones más básicas respecto de cuál es la relación entre nosotros y nuestro medio ambiente natural, el modo en que se construyen relaciones sociales de respeto y mutua valoración, el abordaje integral de enfermedades físicas y mentales, y el vínculo entre la vida cotidiana y el mundo espiritual.
El encuentro se plantea desde una premisa opuesta al supuesto tradicional de que los pueblos indígenas necesitan nuestra ayuda como occidentales: lo mejor que podemos hacer por ellos y por nosotros es dejar que nos ayuden, pues su aporte hoy día es urgente e irreemplazable. Este encuentro no busca más que abrir el espacio donde los abuelos sagrados hagan lo que han hecho por siglos: rezar y cantar, integrando en su oración la medicina para la tierra y las personas, el amor por la naturaleza, el respeto por los seres humanos y todos los seres vivientes, la valoración, dignificación y resignificación de su cultura y sus tradiciones en el marco de los desafíos actuales de nuestra sociedad. 
Toda la información sobre cómo participar en: www.raicesdelatierra.org

* Raíces del Sur, Organización comunitaria

La estructuración ternaria de la sociedad y sus ideales

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M ó n i c a   O l i v a *

 
Giorgio de Chirico: “Piazza d’Italia”.

La actividad humana está constituida por tres sectores: político, económico y cultural; o en otros términos, estado, mercado y sociedad civil. Las finanzas no pertenecen a la economía, son una degradación en el manejo del dinero, a causa de que éste ha perdido relación con los valores reales.  
Cualquier actividad humana se encuadra en uno de estos tres sectores, y cada uno tiene características e ideales específicos. Éstos fueron planteados durante la Revolución Francesa, pues libertad, igualdad  y fraternidad son los ideales de la cultura, la vida política y la economía respectivamente. En 1789 aparecieron con vehemencia prematura en el primer despertar de la burguesía y la democracia, y no se pudo avanzar más que en su enunciación. En la Francia posterior a la Revolución el sistema social recién nacido se corrompió. Los ideales no fueron adjudicados a los tres sectores sociales diferenciados. Para Rudolf Steiner (1861-1925) la independencia de los tres sectores es fundamental para la creación de un nuevo orden social.
La triestructuración de la sociedad se vincula con la relación que establece el hombre con tres aspectos de la vida. Cuando en la búsqueda del sentido de la vida se relaciona consigo mismo, adquiere sus propias convicciones en el plano de la vida cultural (religión, arte y ciencia). Este aspecto de la actividad individual y su expresión tiene que ser realizado en plena libertad.
En segundo lugar, cuando el hombre se relaciona con los recursos que nos otorga la tierra para la subsistencia, genera la vida económica, para satisfacer las necesidades del cuerpo. La economía moderna postula los recursos escasos de la tierra, y por lo tanto, la necesidad de mantener el control poblacional. Pero un ser humano sano ‘sabe’ que todos cuantos estamos en la tierra tenemos derecho a vivir en ella y que la organización social es posible, pues no se trata de recursos escasos sino de injusticia en la redistribución. El ideal de la vida económica es la fraternidad: compartir los recursos y generar las capacidades para que lo producido alcance para todos. El control poblacional solamente puede surgir de la voluntad individual basada en la libre comprensión moral del problema.   
Finalmente cuando los seres humanos nos relacionamos unos con otros  para la organización de la vida, considerando los derechos y las obligaciones para la administración de la vida pública, se genera el estado-nación. Y aquí surgen los problemas pues la vida política implica que  los hombres se relacionen, independientemente de las necesidades y capacidades diferentes de cada uno.  Hay un plano, básicamente educación, salud y vivienda, en el que tenemos los mismos derechos, aunque seamos individuos diferentes. La igualdad es el ideal de la vida política.
La división de la vida social humana  –y el postulado de la necesidad de independencia de los tres sectores– no es una división arbitraria elaborada intelectualmente y luego aplicable como metodología económica o planificación de políticas estatales. Depende de la libre actividad de los seres humanos que la impulsen.  La independencia de los tres sectores sociales  tiene hondas raíces en la constitución del ser humano individual que también es un organismo ternario en su aspecto corporal, anímico y espiritual. La relación que existe entre la evolución del ser individual  –y sus facultades, e incluso su constitución fisiológica– y el sistema social es estrecha. El individuo que avanza en superar la mezcla indiscriminada entre sus emociones, ligadas a su vida e intereses personales, y los pensamientos que buscan alcanzar la verdad, puede influir correctamente en el organismo social. La posibilidad de equilibrio, mediante la reducción de la desmesurada aplicación de instrumentos tóxicos que están destruyendo la sociedad, depende de que los individuos –creciente y libremente– podamos realizar en nosotros mismos cambios que se manifiesten en la organización de grupos e instituciones pequeñas que irradien las virtudes de esa independencia y la voluntad de colaboración mutua de los tres sectores. Depende de la comprensión del paralelismo que hay entre individuo y sociedad. Al limpiar los elementos tóxicos que viven en el alma individual limpiamos el entorno social en el que nos movemos. Es imposible pensar en cambios, si no logramos crear un ambiente en el que se promuevan las transformaciones individuales. 
El camino hacia esa transformación  se basa en la confianza en la virtud del ser humano que cuando comprende algo con un sano intelecto lo puede internalizar e involucrar sus sentimientos, y esforzarse para actuar en consecuencia. Aunque esto  parezca ingenuo, es el único camino posible de evolución de la humanidad. No se trata de hacer sino de hacer desde el pensar; la sociedad materialista no adolece de falta de capacidad de emprendimiento. En países subdesarrollados el desarrollo individual es más difícil pues la transformación comienza en el plano cultural. Los países sudamericanos, durante siglos de procesos autoritarios, han sido desvastados culturalmente. Pero es fundamental remarcar que vivimos en una época de desarrollo individual y globalidad, y el medio social incide, pero no es determinante.
La certeza de la virtud inherente al ser humano no implica no ver que hay sectores sociales a los que no les interesa solucionar el problema social, pues irían en contra de sus intereses, y los moviliza el egoísmo y la corrupción. En la medida en que los sistemas políticos han evolucionado hacia la democracia, se fueron creando grupos conscientemente volcados hacia el dominio de las conciencias de otros seres humanos, tanto a nivel psíquico como físico, que no han escatimado esfuerzos por medio de la educación, la medicina y la alimentación. El tiempo de la evidente esclavitud corporal ya ha pasado, pero no su necesidad moral, y los métodos de hoy son más sutiles. Desde que se tomó conciencia del peso del proceso económico, los problemas del organismo social ya no pueden ser solucionados mediante el sojuzgamiento de una parte de la población. Pero mediante el dominio de las conciencias se puede engañar a los seres humanos y finalmente llevar a la práctica la voluntad de tales elites. Hay hábiles manejos políticos, instilación convenientemente oculta de miedo, o directamente provocación de enfrentamientos internos, guerras, hambre y otros artificios violentos.
La lucha por el dominio del mundo ha sido un objetivo a lo largo de toda la historia occidental, desde que se hizo imprescindible la necesidad de organizar la sociedad con  parámetros más terrenales en la antigua Roma. Después del sangriento siglo XX, nada hace pensar que las elites vencedoras de las guerras mundiales hayan aprendido de la armónica convivencia entre naciones –concepto que también tiene que ser superado pues conduce al nacionalismo–. No es de extrañar que en momentos de vivencia global de la unidad de la Tierra –y de la captación de la pertenencia espiritual de la Tierra al universo- se haya desatado la lucha por el poder de  formar un gobierno global. La abstracción del dinero y su multiplicación infinita es el reflejo de la potencia que ha alcanzado el espíritu humano, manifiesto en la capacidad de invención y producción, en una Tierra que cuando es vista desde una dimensión geométrica superior es infinita, y que se nos pretende mostrar como limitada y de recursos escasos.
Ver a la Tierra como una entidad finita es una perspectiva científica de corta mira. El Sol es quien transforma la materia inerte de la Tierra en materia viva en el mundo vegetal, un milagro si lo observamos haciéndonos cargo de la diferencia entre el polvo de la tierra y la forma del mundo vegetal. Desde la geometría proyectiva –la más conceptual de las geometrías no euclidianas o post-einsteinianas– sabemos que la Tierra efectivamente es una entidad infinita.
El ser humano es un ser espiritual capaz de encenderse en la verdad y luchar por su consecución. Los enfrentamientos, sacrificios y dolores, son parte ineludible de la evolución y del aprendizaje de las capacidades humanas. Cambios cualitativamente importantes, aunque cuantitativamente pequeños, influyen sobre el destino de la humanidad. Transitamos tiempos que acusan una división creciente entre los seres humanos que en el núcleo de su ser, llevan las ansias por el bien, no implicando la negación del mal sino su superación, y aquellos que conscientemente se comprometen con el mal en favor de su propio beneficio.
Las ideas sobre la constitución ternaria del ser humano –constituido por cuerpo, alma y espíritu– es un aporte fundamental de Steiner, quien sentó las bases para entender la ternariedad fisiológica, anímica y espiritual del ser humano. El yo, el ser individual eterno, vive en el núcleo del alma, y puede asumir responsablemente las causas y consecuencias de su propia vida1. En el alma viven las tensiones que se generan entre las necesidades corporales y espirituales para la evolución del yo individual. Luego de haber desarrollado estos conceptos en la disciplina que llamó ciencia espiritual o antroposofía, Steiner también expuso ideas para la constitución de un nuevo orden social en 1905. Sus planteos eran cruciales para evitar la catástrofe que se avecinaba en el siglo XX, en tanto se dibujaba el contraste entre el comunismo y el capitalismo.
En el año 1905 se definían las alianzas secretas que conducirían a la Primera Guerra, con el objetivo de defender los intereses económicos de las elites anglosajonas, que ya comenzaban a manejar los medios de comunicación. Se veían amenazadas por el por el estado prusiano alemán, que se había conformado a través de la expansión militar, traicionando la idea de expansión cultural ambicionada por el romanticismo. El estado prusiano era una conjunción peligrosa del centro de Europa con Rusia (la temida Eurasia), que podía impedir la hegemonía comercial que ya se planteaba el imperio británico. Después de la Primera Guerra, de la derrota de Alemania y del imperio austro-húngaro, es decir de la primera destrucción del centro de Europa y su posibilidad armonizadora entre Oriente y Occidente, se empezó a apuntar hacia la formación de una bipolaridad entre Oriente y Occidente. La revolución marxista-leninista de Rusia de 1917 gestó el bloque comunista, y se trasladó la hegemonía financiera  desde Londres a New York. Era el inicio del contraste entre el comunismo y el capitalismo, que se desplegó durante la Guerra Fría después de la destrucción del centro de Europa –y en realidad también de Rusia– al finalizar la Segunda Guerra. 
Steiner vislumbró la necesidad de que Alemania, se presentara ante los vencedores con ideas que avanzaran hacia una nueva conformación social, pero sus ideas no fructificaron. Planteó crear en cada estado un sector cultural independiente de los estamentos políticos y del mercado económico, que fueran capaces de unir individualmente a los ciudadanos más allá de las múltiples nacionalidades políticas forzadas –fundamentalmente en las escuelas– e irradiar fuerzas espirituales que permitieran la conformación de estados culturales independientes de las arbitrarias diferencias limítrofes. La superación de los nacionalismos y la búsqueda de relaciones individuales entre los seres humanos subyacía en sus ideas. Era la única manera de una constitución pacífica de los estados del centro de Europa, evitando así una nueva guerra multiétnica y artificialmente multi-limítrofe que de hecho se gestaría después del Tratado de Versalles en 1919.
El camino hacia la separación administrativa de los tres sectores sociales, se corresponde con el camino del individuo y el logro de cierto nivel de independencia de sus tres facultades anímicas, es decir de su vida pensante, de su vida de sentimientos y de su vida volitiva. Para entenderse con otros seres humanos en la objetividad del espíritu, el hombre debe enfrentar sus antipatías y simpatías personales en forma más consciente. En la vida de la conciencia común estas tres facultades se entremezclan y el hombre no se enfrenta a los sentimientos y a los impulsos volitivos, particularidades de cada persona, de una manera objetiva. Solamente desde el trabajo consciente en el núcleo del yo, donde se fundamenta la evolución individual, se puede experimentar el mundo en forma universal, y no solamente dirigido a los propios intereses subjetivos. El hombre tiene que confrontar gradualmente lo que siente y los impulsos de su voluntad particular con las fuerzas crecientes de un pensamiento entrenado en la comprensión del significado universal de la vida humana en la Tierra y en el universo, para llegar a ser moralmente objetivo consigo mismo: alcanzar la capacidad de verse como si se fuera otro, una tercera persona. En ese camino interior los hombres podrían eventualmente hacer aquello que condujera hacia la independencia de los tres sectores sociales.
El paralelismo entre los tres sectores de la sociedad y la estructura ternaria del hombre individual, tanto en sus sistemas fisiológicos como en las facultades anímicas de su alma –pensar, sentir y voluntad– y en los estados de conciencia de su vida espiritual (conciencia en la vida pensante, semi-conciencia en la vida de los sentimientos o inconciencia en la vida de los impulsos volitivos, o en términos de Steiner, conciencia despierta, conciencia de sueños y conciencia dormida en los respectivos tres ámbitos), puede ser profundizado desde muchos puntos de vista e implica un estudio de la ciencia espiritual.

Mónica Oliva, Arquitecta. MA en Ciencias Políticas. Historiadora, filósofa, teóloga, economista, escritora, etc. Da clases y conferencias. Confía en el intelecto como puente hacia el espíritu.
1 Estas ideas están volcadas en el capítulo 1 “La naturaleza esencial del ser humano “ en su libro “Teosofía” - Steiner, Rudolf - “Teosofía. Introducción al conocimiento suprasensible del mundo y del destino humano” - Editorial Antroposófica México, Buenos Aires, 1963 – U otras.