T e o E s t e b a n V a l e n z u e l a *
La lucha de los jóvenes chilenos es por volver a ser comunidad, para vivir la fraternidad en la educación pública, que junto a la búsqueda de ciudades con integración social y espacios públicos, son las herramientas de la fraternidad cotidiana.
El visionario francés, Jacques Attali recuerda en su libro "Fraternidades" que el mundo necesita la utopía fraterna de complacerse en la felicidad de los demás, y que para estar con "los otros", necesitamos convivir con diversidad en espacios fraternos, como la ciudad y un sistema educacional público que promueva la mezcla intersocial e intercultural.
La revista EURE de la Universidad Católica ha profundizado el segregacionismo social de las ciudades latinoamericanas (Sabatini, Espinoza, Rodríguez, Arriagada y otros). Un estudio comparado de las diferencias sociales en manzanas y barrios, para observar la homogeneidad y por tanto el nivel de segregación o de mezcla social, concluye que Santiago, Ciudad de México y Lima, no han llegado al segregacionismo de las zonas urbanas norteamericanas, pero la tendencia es alta hacia la construcción de la ciudad separada por muros sociales y culturales, lo que deteriora la vida comunitaria y la acción colectiva, aumentando la violencia y la desconfianza urbana. Urbanismo social e integrador
El urbanista catalán Jordi Borja afirma que hay odio a la ciudad en la lógica segregacionista por una vida aislada, lo cual hay que resistir potenciando la planificación urbana concertada con los actores sociales y un fuerte rescate del espacio público en su función integradora: "La calidad del espacio público es hoy una condición principal para la adquisición de la ciudadanía. El espacio público cumple funciones urbanísticas, socioculturales y políticas. En el ámbito de barrio es a la vez el lugar de vida social y de relación entre elementos construidos, con sus poblaciones y actividades. En el nivel de ciudad cumple funciones de dar conexión y continuidad a los diversos territorios urbanos y de proporcionar una imagen de identidad y monumentalidad. El espacio público, si es accesible y polivalente, sirve a poblaciones diversas.
La gente vive cerca y con mezcla social en los pueblos, pequeñas ciudades o urbes de los países fraternos. El respeto a la planificación, los subsidios para que los pobres tengan acceso en zonas consolidadas, la redistribución de recursos en el territorio, son herramientas para evitar la segregación espacial entre pobres y ricos. En el caso de Chile, la densificación de zonas consolidadas y las nuevas exigencias a los urbanizadores de mezclar condominios con barrios de clase media y media baja, así como equipamientos y espacios públicos de mayor calidad.
La construcción, rescate y animación de espacios públicos para la integración social y el diálogo social son esenciales, desde el ágora griega y la plaza española, hasta los parques jardines de inspiración francesa. En la actual segregación, que incluye malls diferenciados, la gente distinta no se conoce. Por tanto, la dignidad de estos espacios, su seguridad, la realización de actividades culturales que mezclen los estratos sociales, son políticas pro fraternidad eficientes.
La educación pública en la integración
Junto al barrio que se habita y los espacios públicos del pueblo y la ciudad, el otro gran espacio de sociabilidad para lo que podríamos llamar la fraternidad cotidiana es la escuela, o al menos, la existencia de un sistema escolar que integre a los jóvenes.
Las masivas protestas en Chile entre los años 2008 y 2011 en demanda del fortalecimiento de la educación pública apuntan, en lo subjetivo, a una fuerte demanda de ser comunidad (más allá de dimensiones ideológicas o motivaciones económicas de algunos actores). Segmentos importantes de las propias capas medias, ayudados por los contactos de las nuevas redes sociales, se contagian de un sentido de fraternidad que puede expresarse en una educación que asegure la mezcla social y el diálogo con el otro. Adriana Puijgrós denunció tempranamente el quiebre educativo provocado por el neoliberalismo en América Latina al desincentivar la educación pública, propiciar la especialización segregada y sospechar del concepto de sistema escolar, el cual aseguraba una visión integradora de los procesos escolares. Es decir, reivindica que los problemas de cobertura y calidad pueden ser abordados desde una visión de sistema escolar, el cual agrega el enorme valor de mezclar a las capas sociales.
Los países de mejor calidad de vida del Continente -Uruguay, Argentina, Costa Rica- tienen en común que la mayoría de la población concurre y se "mezcla" en una escuela pública. En los países nórdicos y avanzados (USA, Alemania, Francia), el guarismo de asistencia a la escuela pública del barrio sube a sobre el 90% de los jóvenes. Por tanto, es irrefutable la vinculación entre el espacio escolar y los niveles de solidaridad y fraternidad en una sociedad, en la construcción de un nosotros. En el caso norteamericano, muchos municipios, condados o School Districts tienen políticas de intercambio de alumnos y academias comunes para reunir a jóvenes de barrios muy marcados por el origen nacional social. Este es un camino viable. Si no es realista volver atrás en los modelos de segregación escolar, sí es posible reivindicar el rol de la autoridad educacional pública (con apoyo municipal) para producir vida extra programática (cultural, deportiva, bibliotecas, solidaridad) que reúna a los jóvenes de distintos colegios en forma permanente. En el mundo católico, las becas sociales, las pastorales juveniles y los trabajos voluntarios son espacios que ayudan a morigerar los estancos sociales y a producir contacto con la realidad diversa.
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