martes, 27 de diciembre de 2011

La buena muerte: notas para un camino de serenidad

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E s t e b a n   T e o   V a l e n z u e l a *
en recuerdo de Camilo Godoy


Camilo, un joven extraordinario a quien conocí de niño, decidió saltar de un séptimo piso en un viaje infinito: sus padres, sus amigos, los que le vimos crecer, nos quedamos mudos, sin respuestas. Una peregrinación por dentro que desconocemos, un secreto. No había motivo aparente; 24 años vitales, alegre, feliz con los triunfos de la "U", tocando con su banda, estudió comercio e idiomas, trabajo estable, ya con su propio departamento, hermanos que le amaban, un padre educador y una madre pianista que lo cuidaron con adoración... Releo un texto, un cuento, que escribió hace cinco años, y descubro que hay una pena por abajo, que a Camilo le duele el mundo; lo encuentra agresivo, la violencia le estremece. Una "crítica existencial", que nos evoca a Camus, Malreaux... La muerte es un misterio, pero también es un camino natural. Un tío músico de Camilo, Julio, reivindica su camino como un acto de valentía, como una opción que a él le hizo sentido y fue su viaje.
Keme, es el símbolo de la muerte para los mayas.  Don Mateo Ismalaj, el guía, dice que tendrá cuarenta días en que las ánimas no saben dónde están. Para los cristianos toda muerte es un tránsito. El lama Rimpoché en el "Libro Tibetano de la Muerte" enseña a vivir con ella como algo natural, desvestirla de dramatismo y pasión. Un libro maravilloso que leí cuando mi Padre, la muerte más dura que he vivido, nos dejó. Pero luego lo "resucité" con ayuda de amigos, curas católicos y guías mayas; le hice un altar donde sonríe con su hizo cabezón en mi primer cumpleaños, le prendo velas, lo beso y hablamos todos los días.
¿Es posible la buena muerte? Como no sabemos con un 100% de certeza el camino de quien se fue, la muerte, parafraseando a Maturana, sería un problema del observador, un juicio, una emoción de quienes vivimos la ausencia. Somos los "vivos" los que lidiamos con el miedo a nuestra muerte y con la partida de otros.
Las respuestas llegan. En los días de pena por el salto de Camilo, y pensando en sus padres, llegaron a mis ojos dos regalos que ayudan a desentrañar: un libro para prepararse y estar despiertos para que "el Ojo de Dios te habite" y las imágenes de un cementerio donde se festeja la vida.

Alfredo Molina y su "Danza de la Lechuza": preparando la buena muerte
El  sicólogo Alfredo Molina escribió una historia de un caminar para la muerte serena (La Danza de la Lechuza, Editorial Cuarto Propio, 2010): él  aprendió en el Valle de Elqui, en viajes a la India y al Tíbet, en la Amazonía, en San Pedro de Atacama, en Cuzco y valles al norte del Perú y al Antiguo Imperio, que oró y peregrinó a los pies del monte Más Grande, el Aconcagua.
Él dice que hay que armonizar las tradiciones con la del Nazareno, que no hay que temer el diálogo, que el Cristianismo se renovará con la apertura a la tradición del Thot y de las abuelas y abuelos, videntes y sabios.
 Que hay cinco modos de estar en el mundo, con sus misiones y que las debemos encontrar: el guerrero, el maestro, el vidente, el sanador…y el que ayuda a morir. Este último es el sabio entre los sabios, la sabia entra las sabias, que nos enseña al despertar verdadero de conocer que todo se reencarna y crece en el equilibrio de mente, cuerpo y espíritu.
Como los budistas y los mayas, pide agradecer todos los días a los seres que nos acompañan. Gratuidad y vacuidad, saber vaciarse de las pasiones y la loca de atar que es la mente, concentrándose en lo que vivimos y vemos, y en nuestro cuerpo.
Los santos huelen a rosas porque no tienen mal ni pasiones. Los que no somos santos tenemos otro camino: estar despiertos para que el Ojo de Dios nos habite y hable.
El karma, el dolor, el pecado que nos acompaña, la Cruz, es tanto personal, como tribal-comunitaria y cósmica. La vida es aportar a reencontrar esos equilibrios perdidos desde la rebeldía de Luzbel. Es como los maya; piensa en tí, en tu familia, en tu comunidad, en el mundo. Ama a tu prójimo como a ti mismo, y el prójimo son todos los seres vivientes, más allá de la tierra.
Debemos caminar. Los cinco valles sagrados de todo proceso de crecimiento no se perduran en un lugar. Hay valles, países, ciudades, que pierden la energía para el propósito de nuestros vidas. Hay que moverse a otros valles… aunque volvamos al nuestro a encontrar la luz del paso a la claridad perfecta.
La sabiduría aparece en la imagen de una danza de lechuzas, donde la lechuza blanca y violeta atrapa una serpiente y vuela. Es el tecolote-búho que comunica los tres mundos de los mayas, la vida y la muerte… es el Tutuquere que habla en la noche de los bosques del sur mapuche.
La imagen final del libro es la claridad, cuando la persona ya está preparada para la Buena Muerte.

El Cementerio Feliz con las pinturas de las "obras" de los finaos
Gastón Rojas, quien hace talleres de desarrollo organizacional y practica la filantropía en Chile y España,  nos regala una animación extraordinaria: el pueblo rumano en la frontera con Ucrania que tiene su Cementerio Feliz, donde todo es color en mosaicos y pinturas que recuerdan hitos de los finados y finadas; allí están bailando, haciendo casas, cosechando, tejiendo, tocando el violín...El cementerio como exultación de la vida que pervive en lo luminoso. Nos recuerda la sabiduría de los ancestros con los cementerios llenos de vida y colores, guirnaldas de flores eternas, y música y fiesta en los entierros, como lo practican y viví con los aymarás de San Miguel de Azapa, en Cuzco y Oruro, en el arco iris del cementerio de Ilotenango en la región maya kiché. O las fiestas con la muerte, con comidas y bebidas, incluyendo licores, en la cultura azteca, donde la comunidad se vuelca a celebrar con los difuntos que no se van, y en los campos santos comen y beben.
Son señas de la buena muerte, aquello que nos permite vivir con serenidad.
Con la sonrisa de Camilo en el mente.



* Doctor en Historia de la U. de Valencia, cientista político (U. Católica de Chile) y Máster en Desarrollo de la U. Wisconsin-Madison. Es Coordinador en Guatemala de un programa con 40 municipios mayas.

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