Búsquedas en escena
G a b r i e l S e p ú l v e d a *
Muchos de quienes hemos recibido una formación teatral académica le tenemos pavor a la obviedad, o que nuestra obra sea catalogada como “básica”. Muchos, con tal de complacer las expectativas de una “escuela seria”, de “públicos entendidos” o de “críticos especializados”, en más de una oportunidad nos hemos esforzado en generar estilos interesantes, renegando de nosotros mismos, cayendo, a través de la imitación, en escenarios aún más ridículos y absurdos que los que brotarían en la más disparatada comedia.
A riesgo de no hacer honor al nombre de la Revista Búsquedas, el contenido de este breve escrito se referirá a cualquier cosa, menos a una búsqueda, pues buscar la obviedad es un sin sentido: la obviedad está acá y no allá. La obviedad la encuentras cuando dejas de buscarla… y eso es porque la obviedad se revela, no se encuentra.
En el escenario, muchas veces, lo obvio se transforma en comedia. Cuando un espectador recibe lo que espera, experimenta un goce que propulsa la risa y, si un actor es obvio, desnuda la parte más vulnerable de sí mismo: en el entrenamiento más elemental del payaso, el ser obvio es fundamento de un aprendizaje centrado en el conectar al individuo con ser infantil.
De esa forma, la risa se transforma en medio, más que en fin: es consecuencia, es canal, es herramienta, no es objetivo. La risa es obvia: cualquier esfuerzo por provocarla redundará en un desastre artístico.
Cuando se produce la risa en el teatro, desencadenamos el funcionamiento de una serie de mecanismos que tonifican la inteligencia, exaltando la imaginación de quien la experimenta. Y por el hecho de vivirse dentro de un contexto colectivo, podemos contarla como un buen primer paso para re-evolucionar el entorno inmediato, porque la risa en grupo es intercambio de ideas, es goce cómplice, es análisis crítico en camaradería. La risa en el teatro es un acto democrático, en el más amplio sentido de la palabra. Es por eso que un artista cómico debe desarrollar su capacidad pedagógica y didáctica: ser obvio, alejándose de la tentación de hacer obras para “entendidos” o públicos habituados a los códigos escénicos que se instalan según tendencias y/o modas.
¿Quién es más obvio que Charlie Chaplin? En su obviedad radica su comicidad y, por ende, su universalidad y finalmente en ésta, su potencial subversivo. Hay una larga lista de artistas cómicos que, durante la historia, han sido víctima de represión política. Desde los juglares medievales, perseguidos y muchas veces ejecutados, hasta los contemporáneos, como el mismo Chaplin y Dario Fo, a quienes el poder, con amenazas y censura, han infructuosamente intentado callar. Contraproducentemente, a través de sus actos represivos, los censores no han hecho más que reafirmar la peligrosidad de la comedia y de la sátira.
Pero entiéndase bien: la comedia y la sátira no son sinónimos de crítica social. Es, más bien, un canal a través del cual ésta puede ser transmitida. La crítica, entendida como un diagnóstico negativo de determinados hechos o comportamientos humanos, implica un análisis técnico, frecuentemente expuesto en áridos lenguajes. La sátira, en vez, se mofa y coloca a ese mismo hecho o comportamiento en una dimensión grotesca y en un lenguaje amplio, de raigambre popular. Debe entenderlo desde un analfabeto hasta un doctor en física cuántica; un niño de 6 años, o un anciano de 80.
La sátira se manifiesta sin pretensión de diagnosticar nada si no que, como dice Dario Fo, de “mostrar al rey en calzoncillos”: cualquiera puede ver esta imagen y deducir contenidos de ella. Hemos visto, por TV, a Zalaquett y Piñera incómodamente retorciéndose en el asiento o transpirando al frente de Stefan Kramer quien, haciendo sátira del personaje en cuestión, mediante una síntesis obvia y sin utilizar más rudimentos que el cuerpo, la voz y el vestuario, enmarca un discurso que para todo el mundo es reconocible –obvio- y que provoca la risa, la posterior reflexión y, muchas veces, la polémica con los poderes.
El juego de la comedia contiene la obviedad de cada uno y la obviedad de cada uno es cómica, porque es honesta, unívoca y desnuda almas. Representa el irrepetible y único aporte de quienes valoramos el absurdo como una válida explicación del mundo… y en eso si hay una búsqueda.
A riesgo de no hacer honor al nombre de la Revista Búsquedas, el contenido de este breve escrito se referirá a cualquier cosa, menos a una búsqueda, pues buscar la obviedad es un sin sentido: la obviedad está acá y no allá. La obviedad la encuentras cuando dejas de buscarla… y eso es porque la obviedad se revela, no se encuentra.
En el escenario, muchas veces, lo obvio se transforma en comedia. Cuando un espectador recibe lo que espera, experimenta un goce que propulsa la risa y, si un actor es obvio, desnuda la parte más vulnerable de sí mismo: en el entrenamiento más elemental del payaso, el ser obvio es fundamento de un aprendizaje centrado en el conectar al individuo con ser infantil.
De esa forma, la risa se transforma en medio, más que en fin: es consecuencia, es canal, es herramienta, no es objetivo. La risa es obvia: cualquier esfuerzo por provocarla redundará en un desastre artístico.
Cuando se produce la risa en el teatro, desencadenamos el funcionamiento de una serie de mecanismos que tonifican la inteligencia, exaltando la imaginación de quien la experimenta. Y por el hecho de vivirse dentro de un contexto colectivo, podemos contarla como un buen primer paso para re-evolucionar el entorno inmediato, porque la risa en grupo es intercambio de ideas, es goce cómplice, es análisis crítico en camaradería. La risa en el teatro es un acto democrático, en el más amplio sentido de la palabra. Es por eso que un artista cómico debe desarrollar su capacidad pedagógica y didáctica: ser obvio, alejándose de la tentación de hacer obras para “entendidos” o públicos habituados a los códigos escénicos que se instalan según tendencias y/o modas.
¿Quién es más obvio que Charlie Chaplin? En su obviedad radica su comicidad y, por ende, su universalidad y finalmente en ésta, su potencial subversivo. Hay una larga lista de artistas cómicos que, durante la historia, han sido víctima de represión política. Desde los juglares medievales, perseguidos y muchas veces ejecutados, hasta los contemporáneos, como el mismo Chaplin y Dario Fo, a quienes el poder, con amenazas y censura, han infructuosamente intentado callar. Contraproducentemente, a través de sus actos represivos, los censores no han hecho más que reafirmar la peligrosidad de la comedia y de la sátira.
Pero entiéndase bien: la comedia y la sátira no son sinónimos de crítica social. Es, más bien, un canal a través del cual ésta puede ser transmitida. La crítica, entendida como un diagnóstico negativo de determinados hechos o comportamientos humanos, implica un análisis técnico, frecuentemente expuesto en áridos lenguajes. La sátira, en vez, se mofa y coloca a ese mismo hecho o comportamiento en una dimensión grotesca y en un lenguaje amplio, de raigambre popular. Debe entenderlo desde un analfabeto hasta un doctor en física cuántica; un niño de 6 años, o un anciano de 80.
La sátira se manifiesta sin pretensión de diagnosticar nada si no que, como dice Dario Fo, de “mostrar al rey en calzoncillos”: cualquiera puede ver esta imagen y deducir contenidos de ella. Hemos visto, por TV, a Zalaquett y Piñera incómodamente retorciéndose en el asiento o transpirando al frente de Stefan Kramer quien, haciendo sátira del personaje en cuestión, mediante una síntesis obvia y sin utilizar más rudimentos que el cuerpo, la voz y el vestuario, enmarca un discurso que para todo el mundo es reconocible –obvio- y que provoca la risa, la posterior reflexión y, muchas veces, la polémica con los poderes.
El juego de la comedia contiene la obviedad de cada uno y la obviedad de cada uno es cómica, porque es honesta, unívoca y desnuda almas. Representa el irrepetible y único aporte de quienes valoramos el absurdo como una válida explicación del mundo… y en eso si hay una búsqueda.
* Gabriel Sepúlveda Corradini. Actor Profesional y Licenciado en Actuación, Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Postítulo en Dramaturgia. Escuela de Teatro de la Universidad Católica. gabosepu@gmail.com
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