miércoles, 6 de julio de 2011

Terremotos y erupciones volcánicas

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M ó n i c a   O l i v a *

Nuevamente tenemos una catástrofe climática con la erupción del volcán Puyehue. Más allá de la simple intuición que la pachamama responde a los daños, hay que avanzar a las causas hondas en relación a la vida del hombre. El terremoto o la erupción volcánica tienen causas físicas, pero ¿cuál es la relación de la tierra con la vida del ser humano? ¿Tiene relación el organismo de la tierra con su vida interior como causa y efecto?
Los seres humanos tenemos un cuerpo y también una vida interior. Intuimos que la tierra es un organismo vivo: hay que ser ciego para no ver que el crecimiento de las plantas depende del sol y que la vida no proviene de la tierra. Vemos que en ella todo cae hacia su centro y que las plantas se elevan con fuerza opuesta. Pero no captamos la conciencia de los animales y la autoconciencia del hombre en el organismo de la tierra. ¿Cuál es y de dónde proviene la vida interior que anima a la tierra? 
La existencia de seres no perceptibles a los sentidos físicos, cuya vida interior tiene efectos sensibles, es considerada por algunos como un espiritualismo infundado. Antes, la necesidad de conocimiento se satisfacía en ámbitos más inconscientes. El pensar se ha ido fortaleciendo en la evolución.  Decir que la voluntad humana -la fuerza que impulsa a la acción- guarda relación con la voluntad de la tierra puede ser discutible. Hay que entender de qué se trata la voluntad humana, a diferencia de las otras facultades –el pensamiento y el sentimiento– y de qué se trata la voluntad de la tierra, que sin duda existe como capacidad de acción. 
Según Rudolf Steiner, la tierra se constituye por nueve capas, de las cuales sólo se conoce la corteza mineral1. Vamos a citar solamente cuál es el contenido de algunos de esos círculos alrededor de su punto central. La geometría proyectiva, luego de Einstein, se funda en la comprensión del espacio en movimiento en el tiempo. Entendemos el punto porque creemos percibirlo, sin embargo todo punto de materia es infinito. La  tierra  manifiesta una fuerza de carácter gravitacional que atrae todo hacia sí. Otra fuerza proviene de un centro también infinito que se manifiesta en la fuerza que levanta la vida, en las plantas, los animales y los hombres. La geometría proyectiva se asienta sobre esta polaridad.
   El ser humano tiene tres sistemas orgánicos. La cabeza y el sistema neurosensorial, el tórax y los sistemas respiratorio y circulatorio y el abdomen, el sistema metabólico y los miembros motores. La cabeza es una esfera limitada, un punto aparentemente acabado en sí mismo como algo material; el tórax es una esfera incompleta en la que el corazón se abre hacia el universo; y los miembros son radios de una esfera invisible con centro en el infinito. Las facultades psíquicas asentadas en estos sistemas, tienen las mismas cualidades. En nuestra mente podemos tener conciencia de las representaciones y los pensamientos; en nuestros sentimientos ya no somos tan conscientes, no los podemos controlar totalmente, sino que tenemos una conciencia similar a la conciencia del sueño. En la voluntad tenemos una conciencia de sueño profundo, podemos saber de los motivos pero no de la esencia del movimiento de una pierna o de la digestión. Vamos al parque por un motivo consciente, y acontece otra cosa de lo planificado, una caída, y no sabemos de qué manera ese hecho está ligado con nosotros. La idea de que nuestros miembros nos conectan con el infinito de nuestro yo y que inconscientemente nos traen lo que nosotros mismos nos hemos preparado, es la base de la comprensión del karma.
La sociedad occidental es una sociedad de acción y no contemplativa como la oriental. Hemos caído a la tierra “de cabeza”, en términos bíblicos fuimos tentados con el conocimiento y desarrollamos la facultad de espejear al universo en nuestro cerebro en imágenes. Pensar nos permite elegir entre el bien y el mal, sobre lo que se funda nuestra libertad. Si viviéramos insertos en las fuerzas del bien y del mal sin pensarlas, no podríamos elegir a quién servir. La formación de imágenes mentales nos permite individualizarnos y tener motivos de acción propios. La inteligencia –y el riesgo de su doble filo– tiene un sentido evolutivo y el hombre, a diferencia del animal, que capta las fuerzas vivas y actúa en base a su naturaleza, conlleva riesgo de corrupción. Nuestra capacidad se relaciona con la ética, y ya no valen la imposición o la tradición. En tanto la capacidad pensante se ha intensificado, el sentimiento y la voluntad también han evolucionado, y hoy el hombre necesita despertar a la semi-conciencia de los sentimientos y a la inconsciencia que rige la acción.
Estar despiertos en el pensamiento no es algo espontáneo sino una conquista. Si lo entendemos como el acto de poner volitivamente contenidos en la conciencia, vemos que ella está disturbada por representaciones basadas en nuestra experiencia personal. No se presentan con el concurso de nuestra voluntad, sino como un vaivén estimulado desde afuera. Esto es la base del stress moderno e incluso del control de las conciencias. Hemos puesto en escena dos conceptos, el pensamiento y la voluntad, y planteado los disturbios que hoy nos aquejan. La materia guarda relación con el momento en el que nos hicimos inteligentes -la tentación- y nuestro pensar se asentó en el cerebro para la formación de imágenes. En términos bíblicos fuimos expulsados del paraíso y nos relacionamos con la dualidad del mal2. Nos hicimos un cuerpo material al igual que la tierra, que también se solidificó.
Steiner explica el contenido de las capas terrestres, inaccesibles a los sentidos y a la tecnología moderna. La tierra, en tanto material, es el dominio del demonio, su voluntad se aloja en su recóndito interior, y la tarea del hombre es calmar su voluntad violenta esforzándose por llevar a la conciencia las fuerzas de su ciega voluntad egoísta, transformándolas en la formación de la comunidad humana. El estrato más profundo de la tierra es descrito por Steiner como aquel “compuesto por una substancia dotada de acción moral, opuesta a la que debe desarrollarse en la tierra porque su esencia, su fuerza inherente, es la separatividad, la discordia y el odio. (…) El trabajo del hombre para establecer la fraternidad sobre la tierra disminuye el poder de esta esfera. La fuerza del amor transformará y espiritualizará gradualmente el cuerpo de la tierra” 3. La voluntad humana se relaciona con los movimientos que agitan la tierra: “la fuerza creciente de la evolución es la única alquimia que puede transformar poco a poco el alma de la tierra” 4.        
En la cultura occidental hacemos, no falta la acción. Pero no pensamos a tono con la necesidad de la evolución, sino que, en aras de satisfacer el ego, hace siglos que hacemos inconscientemente sin pensar en las consecuencias. Esto se acusa en el sistema social, y en la transformación del sistema económico en un sistema financiero, en el que ya no se busca satisfacer las necesidades corporales como en una economía sana, sino multiplicar el dinero, en base al concepto tergiversado de crédito. La voluntad humana se ha escapado de control y es regida por las fuerzas de la sub-naturaleza tecnológica.
Al accionar la voluntad, movilizamos la fuerza vital en dirección hacia la fuerza gravitacional. Para pensar tenemos que movilizar la fuerza vital en la dirección que la fuerza del sol eleva a las plantas. En la cabeza podemos despertar, para lo que hay que sobreponerse a la idea de la frialdad del pensamiento. Somos expertos en el hacer basado en nuestras representaciones, pero débiles en un pensar que no sea sólo hilar representaciones. No se trata de transformarse en una cabeza sino de controlar la representación intelectual que se nos insufla desde afuera, siendo capaces de crear las condiciones contemplativas, el puente que nos permita aplicar la misma actitud hacia la naturaleza. Esto requiere de nuestra voluntad consciente, y en la contemplación de nuestro pensar podemos tener atisbos de la unidad.
El 6º estrato es un círculo de fuego “(…) compuesto de pura voluntad en constante movimiento, disparada incesantemente por impulsiones y pasiones, un verdadero receptáculo de fuerzas volitivas” 5. Las fuerzas telúricas fueron activadas por la corrupción en diversas ocasiones. Las mitologías reconocen la destrucción la Lemuria en el fuego, de cuya existencia quedan el anillo de fuego del Pacífico, y la inundación que sumergió a la antigua Atlántida. “Todos los estratos concéntricos se comunican entre sí por rayos que unen el centro de la tierra con su superficie. En el círculo periférico, en el seno de la tierra firme, se encuentran numerosos espacios subterráneos que comunican con el 6º estrato del fuego. El elemento de la tierra ígnea se encuentra en estrecha afinidad con la voluntad humana” 6. Este estrato se ha hundido más hacia el centro de la tierra en la evolución, pero sus fuerzas pueden ser activadas cuando la voluntad humana es malvada, así como pueden ser apaciguadas cuando se despojan del egoísmo. 
El orden social propuesto por Steiner depende de la transformación individual y no de sistemas exteriores. Plantea tres ámbitos de actividad -cultura, política y economía- que tendrían que colaborar independientemente entre sí, de la misma manera que tenemos que pensar sin mezclar nuestras emociones e intereses. Sólo así cada ámbito puede regirse por su ideal, la libertad en la cultura, la igualdad en la política y la fraternidad en la economía. 
Relacionémoslos con las tres facultades: la cultura con el pensar, la política con el sentir y la economía con el hacer. La cultura es la búsqueda moral en uno mismo, la política se hace en la organización social, y la economía nos relaciona con el mundo material de los recursos. La voluntad de cubrir nuestras necesidades nos une legítimamente con el animal, con el riesgo de corrupción que tenemos en el uso de la libertad. Steiner dice al respecto de la reencarnación: “En épocas catastróficas se encarnan voluntariamente almas materialistas atraídas simpáticamente por los fenómenos volcánicos, así como por las convulsiones de la tierra. Estos nacimientos pueden a su vez, provocar nuevos cataclismos, ya que, recíprocamente, las almas malvadas tienen una influencia excitante sobre el fuego terrestre” 7. La idea del alma maligna de la tierra alude a que la materialidad de hombre y tierra es una etapa evolutiva en los eones de los tiempos. El ser humano es un ser espiritual en ascenso libre y consciente hacia el mundo espiritual, y el fin último de ese proceso de espiritualizar la tierra a través del intelecto, es la redención del mal. 
La economía es el aspecto polar de la cultura. Hoy ha despertado el homus economicus, ya que la capacidad del pensamiento se ha intensificado y surge la necesidad de despertar a la inconsciencia de la voluntad, que en la sociedad corresponde a la economía. La crisis actual es síntoma de la necesidad de entender las fuerzas de la economía. La economía ha engullido a la política y las finanzas a ambas; y el estado implementa la cultura sin permitir el despliegue de la libertad, imponiendo sistemas educativos y de salud.



* Mónica Oliva, Arquitecta. MA en Ciencias Políticas. Historiadora, filósofa, teóloga, economista, escritora, etc. Da clases y conferencias. Confía en el intelecto como puente hacia el espíritu.
1 Rudolf Steiner – Conferencia: Terremotos, volcanes y la voluntad humana – París – Diciembre de 1906 – Traducción de Eduardo Schuré -
2 La dualidad del mal es uno de los principales aportes de la cosmovisión de Steiner.
3 Ibíd.
4 Ibíd.
5 Ibíd.
6 Ibíd.
7 Ibíd.

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