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X i m e n a A b o g a b i r *
“El carnaval de Harlequin”, Joan Miró.
Nadie duda que vivimos tiempos de cambios profundos. La indignación de la mayoría parece justificada y en cada país se manifiesta en torno a temas diferentes. En los países árabes fue un clamor por la falta de derechos humanos y democracia, en Europa por el desempleo y los inmigrantes . En nuestro país comenzó por los temas ambientales, siguió con la educación y la no discriminación. En todos estos casos queda clara la razón para indignarse ante problemas profundos, sentidos y mayoritarios.
La novedad es que el uso de las redes sociales permite que el movimiento en todos los países sea horizontal y que cada persona participante en las marchas o que hace click para difundir la información, asume liderazgo y protagonismo. Las víctimas se transforman en protagonistas y la esperanza nace al constatar el reencantamiento de las personas con los temas de interés público y su disposición a ser parte de ellos.
Quienes ostentan el poder institucionalizado se esfuerzan por entender “quién está detrás” de las manifestaciones, tratando de descubrir las triquiñuelas de antaño. Ante la pérdida del control, algunos gobiernos optan por infiltrarlas para distorsionar y la mayoría de los medios de comunicación se esfuerza por ningunear lo ocurrido. La mejor anécdota fue la opción de la policía española de apresar a los tres “cabecillas” de Anonymous, al saber que planeaban dar a conocer información sensible, lo que derivó en el inmediato hackeo de la web policial.
Es preciso entender que estamos ante un despertar del inconsciente colectivo que comienza a dar forma a una nueva civilización. Si la libertad y la igualdad fueron los principios que caracterizaron el dilema del Siglo XX, es la búsqueda de la fraternidad la que dará forma al siglo XXI.
Sin duda aprender a perder el control es un tremendo desafío para las instituciones tradicionales, especialmente aquellas no dispuestas a renunciar a sus privilegios del presente. Sin embargo, abandonar esa ilusión y escuchar, parece ser la única receta: nadie sabe la forma que adoptará la humanidad en los próximos 50 años.
Lo importante es que estos movimientos logren dar forma a la nueva realidad a través de la persuasión social y no a través de la confrontación violenta con quienes ostentan actualmente el poder. En el primer caso, estaríamos en presencia de un salto evolutivo de la humanidad. En el segundo, el riesgo de una degradación masiva es evidente.
Por ello, el desafío del presente es catalizar toda la energía disponible en una propuesta viable, sin verticalizarse, como ha sido tradicional. “El sol ha salido. No dejemos que se ponga” decía un cartel en Puerta del Sol, advirtiendo que estamos en un momento crucial, en que el malestar actual ante la “modernidad” puede dar paso con urgencia al mundo que elegimos vivir… o a una pesadilla.
* Ximena Abogabir es Presidenta Ejecutiva Casa de la Paz
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