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N a t a n N o v i k *
“Sincronizando con la luz del Sur”, Hugo Marín.
Para que exista la posibilidad de entenderse en los diversos ámbitos de la relación humana es necesario hacer consciencia acerca del porqué pienso u opino, respecto de los diversos temas, de tal o cual manera.
Es útil conocer el origen de nuestras diferentes visiones del mundo y de la vida, las que nos llevan a tener diferentes visiones de las temáticas particulares que nos pueden llegar a interesar.
Sin duda alguna que en nuestra manera de pensar y de ser influye un diverso conjunto de aspectos. Tenemos los aspectos culturales, familiares, del entorno relacional, del ancestro, de las creencias, de las vivencias que en particular a cada cual le ha correspondido experimentar. Ello determina que cada uno, según cual haya sido ese conjunto de aspectos, va definiendo sus propias pertenencias.
La diversidad de seres humanos y de experiencias, hace que las visiones sean también diferentes, aún cuando vayan compartiendo algunas pertenencias. Con más razón si la mayoría de sus pertenencias son distintas.
Denominamos “pertenencias” a modos de identificación personal. Pueden ser la familia en que nacimos, el país, la región o la ciudad en la que vivimos, la religión y/o pueblo al que pertenecemos, el club con el que nos identificamos, y así sucesivamente.
Un aspecto fundamental del desenvolvimiento humano apunta a comprender la diversidad de pertenencias como reflejo de la diversidad de seres humanos, haciéndonos concientes de que nadie es dueño de “la verdad”; que mi verdad está sujeta a mis particulares pertenencias. Esto es importantísimo como parte de lo que se podría definir como “trabajo interior”, o trabajo que cada cual ha de hacer respecto de sí mismo. Es obvio, de acuerdo a esto, que la llamada “objetividad” no existe, dado que cualquier visión o interpretación de cualquier fenómeno dependerá del observador o del analista.
Por supuesto que las particulares “pertenencias” suelen generar o manejar diferentes informaciones (o “desinformaciones”), e interpretaciones de los fenómenos sociales o acontecimientos de cualquier tipo. Eso es perfectamente comprensible.
Sin embargo, ello no implica que una determinada pertenencia o conjunto de ellas sea, necesariamente “segregacionista” de las demás. En la medida que nos hacemos concientes de toda esta temática, nos vamos dando cuenta que las personas que tienen pertenencias diferentes a las de uno, no necesariamente son “enemigos” a los que hay que eliminar, sino al contrario, aspectos diversos del mundo y de la vida que le dan sentido a mis propias pertenencias.
El tema es que muchas veces no aceptamos la validez y la necesidad de esas diferencias que no son otra cosa que una muestra, a otro nivel, de la diversidad del mismo universo.
Cuando no aceptamos la validez de una “visión diferente”, nace la segregación y las agresiones. De allí germinan la violencia y las odiosidades.
A veces, el entorno familiar es uno de los aspectos fundamentales en generar este tipo de actitudes segregacionistas, las que pueden ser abiertamente explícitas y violentas. A veces tienen manifestaciones no violentas e inconscientes. Otras veces, han sido algunas Instituciones religiosas que han difundido estereotipos acerca de grupos o pueblos generando odiosidades y discriminación.
Pareciera que para llegar a un mundo mejor será necesario de cada cual un trabajo interior orientado a descubrir sus prejuicios y a ampliar su estado de conciencia. Sólo así nos podremos fortalecer a fin de no ser manipulados por organizaciones y personajes que alimentan la odiosidad y el segregacionismo.
* Ingeniero comercial UCH Stgo., titulado en 1963. Con fuertes inquietudes de índole espiritual y social. Pertenece a un Camino Espiritual abierto a todas las personas que deseen trabajar en sí mismas. Se dedica a analizar aspectos concernientes a lo espiritual, a lo político social y a política internacional, especialmente de medio oriente. Panelista de un programa radial en la zona de Quillota Limache. Vive en Viña del Mar hace 48 años y se enamoró de Valparaíso. Es Wanderino y porteño de corazón.
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