viernes, 27 de enero de 2012

Decálogo contra las rabias que incendian Chile

Búsquedas en sustentabilidad social

E s t e b a n   T e o   V a l e n z u e l a *


Después de dos años fuera de Chile, por mi trabajo con municipios mayas en Guatemala, regresé y encontré al país agresivo, sin consenso, y quedé literalmente en medio de los incendios del Bío-Bío. La desconfianza  y la sospecha de todos con todos fue lo primero: pregunté por el origen de los incendios y todos sospechan de todos: “trabajadores despedidos”, “los dueños de helicópteros a los que les pagan millonadas en casos extremos”, “muchachos locos”, “ empresas para cobrar seguros”, “los mapuches que quieren recuperar tierras”.
Hace muchos años, el médico y poeta mapuche Elicura Chihuailaf, al cantar el trino de una veintena de pájaros de los bosques del sur, de la Tenca al Tutuquere (el búho), susurró en la Casa de la Cultura de Rancagua: “somos gente del bosque, necesitamos la diversidad del bosque y su silencio que habla”.
Por cierto, ese bosque no es la mancha uniforme de pinos y eucaliptus que ya llegó a los pies de Temuco y a la orilla del mar. En la pequeña caleta de Cocholgue, en Tomé, junto a la devorada Dichato donde la gente habla del terremoto como algo que ocurrió hace pocas horas, uno se encontraba hace pocos años con selvas de copihues a las sombras de bosques de boldos. La mancha ácida de eucaliptus ha llegado y secado los boldos, los copihues se extinguen. Un pescador espeta y está enojado: “queda poco marisco, no hay congrio…no están los copihues rojos y blancos”.
Los teóricos del desarrollo defienden las plantaciones porque inhiben mayor presión sobre el bosque nativo. Pero en Chile no se dejaron los corredores verdes y nativos hacia los cerros- sólo perviven los parques en la Alta Cordillera. Falta consenso social y ambiental, y la rabia incendia.
Hay razones políticas. Chile no da poder relevante a los mapuches ni tampoco elige gobiernos regionales. Los intendentes siguen siendo deslavados informantes policiacos al Ministerio del Interior. No representan a los que habitan el territorio, no buscan promover un diálogo para desentrañar las rabias y buscar los pactos sociales sustanciales.
Como hace dos siglos y medio, la estrategia del poder es dividir a los mapuches entre los violentistas y los “indios amigos”, aquellos que además votan en su mayoría por la derecha, con quienes se tiene una visión paternalista y folklorista. Pero no resultó. No hubo paz. La Monarquía debió negociar y a fines del siglo XVIII en el Parlamento de Negrete se reconoció poder, fronteras, hubo un pacto. Ahora no hay nada. El binominal no permite presencia de fuerzas políticas regionales-indígenas. La anomalía política homogeniza y excluye, como la mancha de pino radiata.
En Rancagua un empresario local me confesó su decepción con el Gobierno y los sindicatos del Cobre: “les volvieron a dar catorce millones de pesos a los trabajadores de CODELCO entre bonos de términos de conflicto, préstamos y regalías, incendiando a los contratistas que volvieron a la violencia y al paro para recibir un mísero bono. Las diferencias son abismantes y la rabia sigue acumulándose. Hay que emparejar para abajo”.
La factura social se mantiene. En el pasado los sindicatos pelearon por terminar con la odiosa diferenciación entre obreros y empleados, luchando juntos por universalizar beneficios. Ahora se mantiene el apartheid social.
Eduardo Yentzen recuerda la carga de rabia que explota en Chile en graves crisis cada cierto tiempo: las luchas entre O’Higgins y Carrera (1818), la masacre de federalistas y pipiolos por los pelucones-portalianos (1830), las guerras civiles liberales-regionalistas de 1851 y 1859, la violencia contra la Araucanía y la Guerra del Pacífico, la guerra civil y la muerte de Balmaceda (1891), las matanzas obreras de comienzos del siglo XX, la crisis de 1924 y 1931, la persecución de los comunistas en 1948, el golpe del 73… la conflictividad en la última década.
Gabriel Salazar lidera a los historiadores que diferencian la violencia asesina de la violencia social que explota de diferentes formas (tomas, huelgas, invasiones de terrenos, protestas, motines) en el país que no ha construido nunca un consenso social amplio, y que ha dejado a los excluidos el  camino de la calle y el humo para “transformar”. Por eso, como muchos,  pide poder constituyente para fundar una República de mayor consenso, participativa, regionalista, sin miedo. Lo han pedido muchos, una y otra vez. Se hizo una comisión pro reformas en el Congreso, quedó en un documento aprobado en general (2009).
En los blogs regionalistas se suman los comentarios agrios sobre la opulencia, los nuevos parques, las nuevas redes de metro y los mega centro culturales en Santiago, mientras Calama bosteza, los barrios populares de provincia se queman al sol y sus museos sobreviven en la miseria, claro con la excepción de la gran fiesta “santiaguina” en Valparaíso para fin de año.
Los síntomas del deterioro son evidentes; el gobierno de la mano dura está impotente al aumento de la delincuencia (se mata poco, pero se roba y asalta como locos), record de enfermedades sicológicas, exceso de alcohol (mueren jóvenes conduciendo ebrios), la discriminación lleva al paroxismo en la idea de gente adinerada de prohibir a "nanas" caminar por un condominio. La anécdota no es trivial; decíamos en un artículo anterior de Búsquedas, que la falta de fraternidad tiene su origen en la discriminación y segregación estructural que viene de la diferenciación escolar, el clasismo y la segregación espacial de las clases sociales.
El alma de Chile está infectada de odio. Hay miedo  y no reconocimiento. Los distintos incendios son imparables. La respuesta es obvia; consenso social y político, negociación dura, reforma tributaria, cambio político sustancial. Una hora en que se pueda bajar el hacha, la deconstrucción y la crítica, para que sea posible hilvanar acuerdos reales- como el que nunca llegó en educación-, donde los líderes que articulen y escuchen aparezcan. Por cierto, de Perogrullo, los que detentan el poder tienen más responsabilidad. Eso es lo que no entiende la UDI y cree que el país está bien, por el irreal crecimiento del PIB de la mano del boom minero del último lustro (engañoso a todas luces, en USA y Europa se mide el promedio salarial como señal de desarrollo). El espejismo de la jaula de cristal en Las Condes-Vitacura, la boba idea de que la estabilidad de la Constitución del 80: “que se jodan los comunachos, la educación subvencionada es mayoritaria y el sector público no sirve de nada… que Piñera se deje de abrir la puerta a cambios políticos”. La propuesta que han hecho los presidentes de RN y la DC para cambiar el binominal, ir a un régimen semi presidencial y elegir gobiernos regionales, abre esperanzas, ya que proviene de sectores que fueron refractarios a dichas reformas (RN a un nuevo sistema electoral y la DC a la descentralización).

Colofón: Un decálogo por la paz para Chile

Hacemos un ejercicio de contra-historia, de aquello que podría contribuir a apagar los incendios interiores, sociales y políticos de la rabia:

1. aceptación del otro, sin discriminación (hay leyes que esperan para minorías)
2. vivir cerca del otro mezclándose (profundizar los programas que promueven urbanismo integrado)
3. hacer academias escolares de deportes y artes para los alumnos de todos los sistemas
4. dar poder de elegir y recursos a las regiones
5. reconocer sin miedo el poder y la cultura mapuche, con potestades relevantes
6. un sistema electoral proporcional que vea con alegría la diversidad política y se escuchen las agendas minoritarias
7. disminuir los privilegios excesivos de algunos sectores y acrecentar los salarios mínimos
8. hacer de la terapia convencional y alternativa un pilar del sistema de salud
9. fomentar la agricultura pequeña y el bosque nativo por sobre la mancha de pino-eucaliptus
10. construir soportes comunitarios positivos, lúdicos, educacionales y de oportunidades de trabajo

Son ideas de otros, que circulan hace mucho tiempo, esperando ser relevantes en las agendas del presente.


* Escritor, cientista político, doctor en Historia.

2 comentarios:

  1. Chile esta enfermo, pero la lista de espera lleva siglos encerrada en el egoísmo y la ambición individualista de los que dicen ser políticos...Yo nací en otro Chile...y al parecer morire en el patio trasero de uno que jamás mi abuelo Samuel , Radical hasta la misma muerte, ni siquiera imagino en sus más terribles pesadillas. Yo vivo aquí y sufro tanta desigualdad...Demasiada para soportar como pan de cada día, vivimos con miedo, a la delincuencia solo le falta tener un ministerio. No soy contrario a las nuevas ideas, pero si no son acompañadas de acción y lucha, son palabras solamente, y palabras el viento bastante se lleva en sus manos cada otoño.

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  2. Muy buena publicación Esteban, lo que me preocupa es la tozudez de nuestra oligarquía política y social , que no genera un debate integrador , sobre todo ante el amplio y hoy mayoritario sector de la sociedad, que está distante y desconfiado de estos jerarcas . Bueno hay un amplio sector que quiere construir desde afuera de ese círculo cerrado. ¿ Como se está haciendo? ....desde los anarcos hasta los ex- militantes de la concertación, y pasando por todos los grupos independentistas alternativos....Creo que se vienen vientos de Libertad, la que no será pacífica, el incendio ya ha dejado muchas víctimas en su vorágine.
    Aunque nuestro arte debe ser precisamente generar esos espacios de deconstrucción , yo diría con mucho lenguajéo biológico.

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