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M a r i o H e r n á n L a t o r r e *
La atención del paciente diabético bajo el antiguo formato del médico instalado en su escritorio dictando una receta y reduciendo la relación “médico paciente” al ámbito netamente farmacológico está en crisis.
Actualmente la epistemología, necesaria para entender cualquier problemática biológica y/o patológica, plantea la interrelación de los distintos dominios fenomenológicos donde se da el vivir humano (molecular, biológico, sistemas, mente, familia, sociedad).
No somos “sanos vs enfermos” intercambiando estrategias, sino que humanos (seres moleculares y culturales) en espacios relacionales logrando, según distintos formatos conductuales, establecer los caminos para la sanación personal y colectiva (usando para ello todas las tecnologías materiales y espirituales posibles).
Desde esta perspectiva, el presente y el futuro de la medicina abre las puertas a una nueva forma de comunicación colectiva y a un plan de acción comunitario para lograr cambios en los modelos de mundo o registros de creencias y conductas que arrastran el genotipo humano hacia la enfermedad.
No es posible ningún fenotipo enfermo si no hay una historia evolutiva que lo produzca en el dominio de existencia donde distinguimos lo patológico en alguien.
Ese frente de onda del presente patológico es un devenir epigénico, que ha resultado del encuentro de doble modulación entre el organismo y medio donde se da la deriva histórica del paciente, que es en definitiva la que determina por una parte la patología distinguida y por otra nuestro campo de acción mas adecuado.
Para que esta nueva forma colectiva de comunicación terapéutica ocurra, debemos ser capaces –como equipos de salud– de establecer en primer lugar territorios empáticos de interacciones donde la identidad del paciente sea una con nuestro trabajo; y segundo, darle continuidad y conservación a redes de conversaciones que anclen en nuestra sociedad la necesidad de un diálogo saludable mantenido en el tiempo, incorporando las dimensiones familiares, y diseñando conductas de entrelazamiento de objetivos saludables al interior de los grupos familiares.
Todo esto a través de un proceso educativo personal y grupal, cuyo objetivo central es la participación en primera persona en todo lo que se defina como hábitos de vida saludable (autocontrol, interacciones medicacionales, ejercicios, recreación manejo del stress, alfabetización emocional, desarrollo cognitivo corporal, ampliación de espacios de espiritualidad y movilidad sensoefectora, etc.).
La pregunta que se deba plantear a los pacientes con Diabetes Mellitus es: ¿Cómo quieren vivir su vida con esta enfermedad?
Hay dos posibles respuestas.
Una supone mirar la enfermedad con independencia de uno mismo, negar toda participación en el proceso de terapia, creando de esa manera el caldo de cultivo para la desesperanza, la rabia, la negación y la falta de acciones responsables para lograr la dimensión ecológica necesaria en todo proceso de sanación.
La segunda respuesta es la participación activa del paciente, que nosotros como equipo debemos ser capaces de crear junto a ellos, para que entiendan la ontología constitutiva de todo proceso mórbido. En este segundo nivel de acercamiento vivencial, la participación del paciente en los procesos recursivos evolutivos y la plasticidad del organismo humano que hace reversible en un porcentaje significativo cualquier proceso de daño biológico, es lo que define las nuevas formas de terapia donde todos los participantes del equipo de salud –por una parte– intervienen farmacológica, tecnológica y espiritualmente los espacios moleculares; constituyendo al mismo tiempo con sus intervenciones elementos de cambios en el espacio semántico-lingüístico donde el paciente aprende a describir los distintos elementos terapéuticos como partes ahora de su propia identidad saludable.
Los hábitos ecológicos, el autocontrol, la participación activa, la disposición a entender la enfermedad como una oportunidad de cambio profundo, el manejo del stress, la cocreación de áreas de dignidad y empatía efectiva para modular la fisiología, la ecoidentidad colectiva, son elementos que no deben estar ausentes cuando planteamos las intervenciones sanitarias.
La Diabetes Mellitus es un nodo patológico de múltiples interacciones del organismo tanto con el sistema nervioso central endocrino e inmunológico como con el dominio de existencia del ser humano, con todos los significados que ello implica y que debemos también tener siempre presente.
Esta enfermedad silenciosa y dramática que golpea los endotelios, alterando todos los sistemas de protección, de identidad biológica, de abastecimiento energético, de reparación, de respuestas membranales, de recambios materiales, de trabajo a distancia, de conexión entre sistemas y de daño finalmente del alma, entendida esta como un fluir de relaciones moleculares en el ámbito de la fisiología y un fluir de relaciones culturales en la dimensión de la psiquis colectiva y personal de lo humano, es un desafío permanente para la ciencia y la espiritualidad.
Para ello hay tres elementos fundamentales que esbozan un camino posible para las nuevas intervenciones medicas.
1.-La cocreación de hábitats educativos y participativos saludables.
2.-La comprensión sistémica de los fenómenos biológicos y psíquicos involucrados en todo proceso mórbido.
3.-El seguimiento sistémico de todos esos niveles sin reduccionismos de laboratorio o farmacológicos, sino que incorporando estos valiosos elementos como ecos o espacios de develación del estado de la unidad mente cuerpo en evolución histórica en un mundo psíquico y biológico que requiere a su vez un seguimiento evolutivo multidimensional.
* Dr. Mario Hernán Latorre, Médico ges Diabetes mellitus; Gerontólogo Universidad Católica, Biólogo del conocimiento Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile.
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